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José Emilio Munera

¿Cuarto poder?

J. E. Munera

El miedo y la involución

El Hércules de Muñoz y Portillo involuciona: en el juego, los resultados y las sensaciones. Pero también el de Alejandro Alfaro, Yeray González, Benja Martínez, Íñiguez y casi todos los jugadores, a excepción de Falcón, el único referente de un equipo llamado a luchar por el ascenso, que se arrastra por el fango de las posiciones de descenso a Tercera en un mar de dudas, miedo e inseguridad.

Superado el primer tercio de la competición, el equipo presenta los peores datos de los seis últimos años en la categoría de bronce. Y los tres últimos partidos -sendos empates en casa ante Mestalla y Lleida y derrota sin paliativos en Castellón- han devuelto al Hércules al estado depresivo y deprimente de la derrota en El Toralín en la final por el ascenso de junio, cuyas heridas aún siguen abiertas: el exentrenador Lluís Planagumà no estaba convencido de seguir, pero el director deportivo Javier Portillo lo renovó con desgana y por imposición de los inversores del club, Enrique Ortiz y Juan Carlos Ramírez. De aquellos barros, estos lodos.

En un club con urgencias históricas como el blanquiazul, el estado de necesidad es permanente y solo se satisface con victorias. Pero los resultados le están dando la espalda al entrenador que tomó el testigo de Planagumà: tres victorias, tres derrotas y dos empates en casa en sus ocho partidos. Un balance que se emborrona aún más con el mal inicio del técnico barcelonés: un punto de 12 posibles que le costó el puesto en la cuarta jornada.

Muy lejos queda ya el amago de resurrección de este Hércules con aquel rutilante 4-1 al Barcelona B de comienzos de octubre que parecía alumbrar un tiempo nuevo. Da la sensación de que ha pasado una eternidad entre aquel equipo rápido, intenso y vibrante y el grupo sin alma ni espíritu zarandeado el pasado domingo por el joven filial valencianista, que no está para mayores metas que asegurarse la salvación, como los alicantinos.

Superado por la situación, Muñoz retiró del césped en el minuto 39 a Víctor Olmedo y, de alguna manera, señaló al canterano como responsable del esperpéntico juego de los suyos. El Rico Pérez tomó nota. También retrasó como central a un mediocentro - Fran Miranda- y desplazó a la banda a un central - Álvaro Pérez-, pero la defensa siguió siendo una verbena y sólo Falcón y los palos evitaron la derrota. Entró en ese momento Diego Benito, el más capacitado para dar continuidad al juego blanquiazul en casa, pero la mejora fue efímera e insuficiente. Cuesta creer que un equipo con los jugadores que tenía el Hércules en el campo en el tramo final sea incapaz de manejar el partido y amarrar la victoria y se deje someter por los chavales del Mestalla.

La falta de soluciones y el bajo nivel competitivo también traen causa de la deficiente confección de la plantilla por parte de Portillo, que no ha sido capaz de cubrir con garantías las bajas de Juanjo Nieto y Pol Roigé y la banda derecha hace aguas. Tampoco los fichajes de Alejandro Alfaro, Yeray González, Borja Martínez ni Moha Traoré le han dado un salto de calidad al vestuario.

Sobre el papel, los tres primeros pueden parecer jugadores del fútbol profesional, como también Benja o Pablo Íñiguez, pero su rendimiento invita a pensar que se han confundido de categoría: su indiscutible calidad no es suficiente en Segunda B cuando no va acompañada de trabajo, ardor y carácter.

Mucha tarea tiene por delante el cuerpo técnico para reflotar a este Hércules huérfano de líderes en el campo y atenazado por el miedo a perder; por la angustia al vacío. Y ese trabajo pendiente se antoja más de gestión psicológica y anímica del grupo que físico y táctico. «Es la hora de los valientes», apuntan en el club, pero el tiempo y el crédito se agotan para los protagonistas de este aciago arranque de temporada camino de un incierto centenario.

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