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Gerardo Muñoz

Momentos de Alicante

Gerardo Muñoz

Esculturas públicas

Las esculturas más antiguas que encontramos en los espacios públicos alicantinos son del siglo XVIII. Proceden de la finca Bella Vista, que Manuel Prytz donó a la ciudad en mayo de 1933 (pareja de leones y pareja de perros que hay en la plaza Canalejas). Son de la época en la que la burguesía adornaba sus casas con esculturas por lo general de buen gusto. Un buen gusto del que se guiaron los gobernantes burgueses cuando eligieron los monumentos con los que embellecieron la ciudad durante el siglo XIX (especialmente tras el derribo de las murallas), dedicados principalmente a conmemorar relevantes hechos históricos, homenajear a personajes ilustres o a evidenciar el poder político dominante.

Son decimonónicos la pareja de leones que hay en la puerta de entrada del castillo de San Fernando, el Panteón de Quijano, el monumento dedicado a Eleuterio Maisonnave y el busto del gobernador Eugenio Barrejón.

Este estilo escultórico decimonónico se prolongó en nuestra ciudad durante el primer tercio del siglo pasado. De esta época son la Cruz del Siglo, el monumento dedicado a Canalejas y los bustos de Chapí, del Dr. Rico, de Ramón de Campoamor y de Gabriel Miró.

Durante el franquismo continuaron los mismos motivos escultóricos, pero acentuándose la propaganda política. De este periodo son el monumento a los Caídos de la Vega Baja (instalado en 1941 en Agua Amarga, en el lugar donde fueron apresados los 52 falangistas que vinieron a Alicante en septiembre de 1936 con intención de liberar a José Antonio Primo de Rivera), la Cruz de los Caídos (en la plaza Calvo Sotelo), la escultura de Carlos Arniches, el Cruceiro instalado en 1971 cerca de la plaza de Galicia, el San Juan Bautista de Dalí que hay en el Ayuntamiento y el busto de Rubén Darío.

En aquellos años también se colocaron las anteriormente mencionadas esculturas de la finca Buena Vista en el parque de Canalejas y se recolocaron algunos monumentos funerarios procedentes del cementerio de San Blas: Berenguer de Marquina, Nicolás Peris y Caídos por el Castillo, en el castillo de Santa Bárbara, y Héroes de la Independencia o 2 de Mayo (que según Rosa M.ª Castells podría ser el monumento que había en la sepultura de los Mártires de la Libertad) en el cruce de las calles Escultor Bañuls y Catedrático Mas y Porcell.

«Con la llegada de la democracia, se impone el gusto individual del político y la calidad media de los trabajos desciende», ha escrito Juan Ramón Giner. Proliferan las esculturas públicas, pero de manera inconexa. Aparecen obras cuyo único motivo es la manifestación artística del escultor, sin recuerdos de hechos históricos, exaltaciones políticas ni homenajes personales. Es la escultura moderna. La primera de ellas que se instaló en el espacio público de Alicante fue «Como una estrella», de Eusebio Sempere, en 1978. Del mismo año es «Movimiento ascendente», con la que Adrián Carrillo García abandonó la figuración. Ambas forman parte de fuentes.

De las últimas dos décadas del siglo pasado son las esculturas «Natividad», donada por la Asociación de Belenistas, el homenaje a Miguel Hernández de Agar Blasco y los monumentos de Arcadi Blasco dedicados a la Constitución, a la Santa Faz y a Eusebio Sempere, así como «Diálogos», ubicada en la Universidad de Alicante. También lo son «Libertad de expresión», de Anzo y Manuel González; «Hombre y mujer», de Bordes; «Dibujar el espacio», de Pepe Díaz Azorín; «El regreso de Ícaro», de Esperanza D'Ors; el busto del doctor Pedro Herrero, de Mercedes Durán; el conjunto escultórico compuesto por tubos pintados y hormigón titulado «Vela», de Ismael Ferrer; «Mirando al mar», de Vicente Ferrero; «Torso de Agamenón II», de García Muela; el homenaje al Foguerer, de José Gutiérrez; «Cilindro», de Hernández Mompó; las obras de Eduardo Lastres «Paloma», «Elogio a la arquitectura», el «Pórtico» que hay en la avenida de la Costa Blanca y la escultura sin título que se halla en la plaza de la Pipa; «Seccions Àurees», de Pérez Parra y Frías Wamra; y «Transformaciones inestables», de Francisco Sobrino.

De lo que llevamos de siglo XXI son las obras «Caballo», de José Seguiri; «Jaime II», de Fernando Bellver; «Eo», de Óscar Alvariño; «Soldado de reemplazo», de Luis Martín; «Encierro», de Nacho Martín; «N'Altra Volta», «Amazona ecuestre» y «Libertad», de David Angellini; «Cuidando a las personas» y «EUIPO», de Pepe Díaz Azorín; «Existencia coaxial», de Víctor Ferrando; «Tuno», de Vicente Ferrero; «Madre e hija», «Niños jugando a la pídola» y «Pareja de jubilados», de Carmen Fraile; «Adivinador», de García Ripollés; «Juan Huarte de San Juan», de Alfonso González; «Despertar», de Margot González; «Víctimas del terrorismo», de Agustín Ibarrola; «Gastón Castelló», de Izabella Jagiello; «Victoria de Samotracia», de Antonio Miró; «Abubilla», de Ramón de Soto; «Ignacio Echevarría», de Llopis y Rock; «Mariposa», de Manolo Valdés; «Pirámide», de Eusebio Sempere; y «Gracias Alicante» (donada por los pieds noirs), la figura de hombre lanzándose al mar que hay en el paseo del puerto y el monumento conmemorativo del bulevar del Pla, de autores desconocidos.

Inmaculada Vidal, catedrática de Arte y vocal de la comisión de Arte del Consell Valencià de Cultura (CVC), se lamenta de que muchas esculturas encargadas por el consistorio municipal no fueron realizadas por los artistas respondiendo a los criterios de dichos encargos, sino que se limitaron a aprovechar obras que ya tenían hechas, cambiándoles simplemente el título, lo que ha supuesto una enorme incoherencia entre lo que pretendía el ayuntamiento y el resultado final.

Entorno

El entorno donde se instala la escultura es muy importante porque, si no existe una proporción entre espacio y obra, el resultado es denigrante para esta.

Begoña Martínez Deltell, galerista alicantina y miembro también de la comisión de Arte del CVC, opina que no ha habido una planificación adecuada para la colocación de las esculturas urbanas en Alicante. «Muchas de ellas se han instalado en un entorno poco apropiado», afirma.

Un ejemplo lo encontramos en el monumento que homenajea a la Constitución, conocido popularmente como «el Belén». Situado en la intersección de la Rambla y la calle López Torregrosa, consta de seis elementos exentos y de reducido tamaño, que empequeñece aún más al estar junto a la Torre Provincial, medio cubiertos por los tres árboles que crecen entre ellos. Algo parecido ocurre con la pequeña obra de Mario Miralles que hay en el baluarte de la Reina del castillo de Santa Bárbara, cuyo color gris apenas permite distinguirla de la roca en la que se asienta.

Hay esculturas que apenas si se ven porque se hallan escondidas, como el busto de Gabriel Miró, situado en un rincón de la plaza del mismo nombre.

Algunas esculturas han sido instaladas en lugares apropiados, ya sea por el nombre de la calle o plaza en la que están (Jaime II, Maisonnave, Canalejas?), ya sea por el lugar elegido, como la dedicada a Miguel Hernández, ubicada donde estuvo la enfermería de la cárcel en la que falleció el poeta; pero la mayoría no tienen ninguna relación con el lugar escogido para su instalación, compartiendo varias un espacio común, como sucede en la plaza del Mar, convertida en «un batiburrillo» en palabras del escultor alicantino Adriano.

Muchas esculturas han ocupado distintos espacios urbanos al sufrir uno o más traslados, tales como «Libertad de Expresión» (popularmente conocida como «Los cañones de Navarone»), «Maisonnave», «Arniches», «Jaime II», «Caballo», «Como una estrella», «Torso de Agamenón II» o «Transformaciones inestables».

Placas, lápidas, escudos

Además de los monumentos citados, hay otras obras escultóricas públicas en la ciudad que merecen nuestra atención. Es el caso de las fuentes urbanas, muchas de las cuales son monumentos escultóricos, que hemos dejado para otro Momento.

Hay lápidas, como las de Vicente Bañuls dedicadas a Cervantes (1905) y Canalejas (1912), en el Ayuntamiento; y paneles con bajorrelieve, como el de Juan Ribes en la plaza de la Iglesia, en Villafranqueza.

Hay placas, como las cinco con las que Eduardo Lastres homenajeó a Eusebio Sempere en el castillo de Santa Bárbara; la dedicada al conde de Luminares en el Ayuntamiento y, en este mismo lugar, la de cerámica titulada «Reunión ancestral», de Ribes. También en el Ayuntamiento hay un escudo de la ciudad.

Están también las obras de jardinería conocidas como «arte topiario», realizadas recortando arbustos, como el Delfín que adorna la isleta de la Albufereta, el Dragón en la calle Periodista Rodolfo de Salazar, el escudo de Alicante en la Plaza del Mar, las Jirafas y los Osos en la plaza del Alcalde Agatángelo Soler o los Osos en la Plaza de Galicia.

www.gerardomunoz.com

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