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Francisco Esquivel

Tiene que llover

Francisco Esquivel

Honestidad en herencia

Ya exiliado, a finales de octubre del 38 alerta desde Le Nouvelle Europe que «Franco significa la guerra y nada más que la guerra: hoy, la civil; mañana, la europea», él que, a través de personajes interpuestos, testigos presenciales vaya, relata cómo en la Rusia del 17 «unidos por el hambre arremetieron bolcheviques y no bolcheviques contra el ejército blanco, que tenía pan. Y así triunfó el bolchevismo. El que diga otra cosa miente; o no estuvo, o no se enteró de qué iba aquello». Y lo hace al tiempo que, a través de La agonía en Francia, describe la actitud con la que topa en el país vecino donde, a decir de su vivencia, los españoles derrotados son tratados como ciudadanos sin presencia ni destino. La facción franquista había puesto precio a su cabeza y no se fue por piernas hasta tener la certeza de lo que se venía encima: «De mi pequeña experiencia personal, puedo decir que un hombre como yo, por insignificante que fuese, había contraído méritos de sobra para haber sido fusilado por los unos y por los otros».

Solo hay algo mejor que el periodismo, el buen periodismo. Y el que desplegó Chaves Nogales en medio de tanta convulsión fue de chapó. En aquellos tiempos, sin un Erasmus con que alimentarse de pimpollo, se las maravilló para no dejar de ejercer el oficio, primero y en París y, ante su muerte prematura, cuatro últimos años de devoción en Londres al frente de la Atlantic Pacific Press, junto a colaboraciones en la bibicí más una columna guapa en el influyente Evening Standard. Y, con apenas 47 años, se fue en el 44 sin ahorrar el más mínimo discernimiento ante el laberinto urdido a ambos lados del canal.

A la tumba sin lápida del cementerio de North Sheen, junto a la que esta semana se le ha tributado un recuerdo, lo condujeron los extremismos que asolaron España. Su familia ha declinado ofertas para adecentar la parcela o devolver los restos a su tierra porque «si jamás se dejó utilizar por político alguno estando vivo, tampoco va a servir a la propaganda estando muerto». No hay mejor forma de honrar la decencia.

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