Las democracias latinoamericanas se tambalean en retahíla y en algunos casos pueden caer como fichas de dominó. Al resultado no es ajeno el republicano Donald Trump, de Estados Unidos. El America First tiene su contrapunto de política exterior en la Doctrina Monroe. A principios del siglo XIX el presidente James Monroe de los Estados Unidos proclamaba que cualquier esfuerzo de los países europeos para colonizar tierras o interferir en los Estados de las Américas sería visto por los Estados Unidos de América como actos de agresión que requeriría la intervención norteamericana. Lo que en un principio fue recibido como un apoyo y favorablemente por independentistas y descolonizadores latinoamericanos, ha terminado considerando a Latinoamérica como «el patio trasero» de EE UU. Es una deriva de la misma doctrina Monroe, es la práctica para intervenir en centro y sur América, y frenar a los movimientos de liberación que decía proteger.

Durante la legislatura de Trump se están poniendo en cuestión múltiples aspectos del acuerdo de Obama con el gobierno de Cuba. Seguro no le habrá gustado la visita de los Reyes. El acoso a Venezuela, que empezó contra Chávez, se ha incrementado, si cabe, contra Maduro. Se persiguió y condenó a Lula da Silva, mientras apoyaba descaradamente al actual presidente brasileño: el exmilitar ultraderechista Jair Bolsonaro. Por cierto, el mismo que nombró ministro de Justicia al juez que encarceló a Lula da Silva y que persiguió a la presidenta Dilma Rousseff para evitar que compitieran con él por la presidencia. Ahora el Tribunal Supremo ha soltado a Lula. Similar persecución padece el expresidente Ollanta Humala, en Perú, y tienen elecciones en enero. Al expresidente de Colombia, Juan Manuel Santos, premio Nobel de la Paz por su negociación con la guerrilla, lo intentan implicar en financiación ilegal de la campaña. Rafael Correa expresidente de Ecuador tuvo que exiliarse acusado esta semana de cohecho. En Argentina Mauricio Macri ha dejado la presidencia y al país endeudado hasta las cejas, y perdido el poder frente el tándem peronista Alberto Fernández- Cristina F. de Kirchner. Las revueltas en Chile -endeudado con el FMI y sus medidas- buscan modificar la Constitución vigente, pactada en su día con Pinochet y que perpetúa los privilegios de los militares. Antes fueron las revueltas en Honduras, cuyo presidente, Juan Orlando Hernández, está acusado por la fiscalía de Nueva York de complicidad con el Chapo Guzmán. Mientras, Trump amenazó a Guatemala, El Salvador, incluso a México si no detenían la salida de emigrantes.

El domingo 24 es la segunda vuelta en las presidenciales de Uruguay. Daniel Martínez, del Frente Amplio -el partido del presidente Múgica que gobierna desde hace 15 años- se enfrenta a Luis Lacalle del Partido Nacional que negocia el apoyo de Cabildo Abierto, el partido del ultraderechista del exjefe del Ejército cesado por el actual presidente por su apoyo a la anterior dictadura.

El presidente y líder sindical indígena Evo Morales ha tenido que seguir el camino del exilio ante la amenaza del jefe del ejército William Kaliman, avalado por EE UU. La extraña auditoría electoral de la Organización de Estados Americanos (OEA) habla de fraude -en 333 actas de 34.555- aunque reconoce la victoria de Morales sin llegar al 10% de diferencia con el segundo candidato. Morales ganó el 20 de octubre la primera vuelta de las presidenciales, lo que obliga a una segunda vuelta que los militares han impedido con su golpe de Estado y su amenaza al presidente.

Latinoamérica no es la zona más pobre del mundo, pero sí es de las zonas con mayor desigualdad. Durante el siglo XX una pequeña élite extraordinariamente poderosa ha controlado la mayor parte de las riquezas con el respaldo político y militar de Estados Unidos. Con el siglo XXI, Latinoamérica experimenta un crecimiento económico sin precedentes, millones de personas salieron de la pobreza y engrosaron las clases medias. Clinton y Obama en Estados Unidos; España con Zapatero y Rajoy en Europa -excepto durante la servil etapa de Aznar- reforzaron las democracias en toda Latinoamérica y potenciaron las uniones económicas como Mercosur.

Las nuevas clases medias han notado especialmente el frenazo económico de la crisis y las restricciones comerciales y migratorias norteamericanas. El acuerdo comercial con Latinoamérica aprobado por la Unión Europea es una ayuda al continente, pero la política de Trump no está pensada para ayudarles a superar las crisis económicas, y menos las políticas. Lo que Trump considera el «patio trasero» anda muy revuelto.