Somos un país que a la hora de echar cuentas recurre enseguida a la solución fácil del redondeo. Nos evita errar clamorosamente en los cálculos y facilita la conversión de valores, pesos y medidas. Por ahorrarnos la aritmética resolvimos que un euro eran más o menos cien pesetas, así, a bote pronto, y de repente el café del bar se vendía a precio de importado de Kenia. La dictadura de Franco «duró» 40 años, cuando en realidad fueron 37, y los huesos del personaje se han exhumado «40 después» de su muerte, por más que las cuentas nos indiquen que, en realidad, han pasado 44. A lo largo de este año celebramos el trigésimo cumpleaños de la caída del Muro de Berlín o el octogésimo aniversario del fin de la Guerra Civil, dos efemérides que aparentemente nada tienen que ver con los (ahora sí), 40 años de ayuntamientos democráticos españoles. Sin embargo, las tres fechas nos ahorran la operación matemática, y quizá los aficionados a las conjunciones espacio temporales sean capaces de hilvanar alguna relación entre las tres, todas terminadas en 9, caprichosamente relacionadas con el principio o el fin de las libertades. Dicen que los efectos emocionales de una guerra no se apagan hasta 100 años después (tres arriba, tres abajo, ya saben), cuando los descendientes de bandos contrarios conviven sin reprocharse los crímenes de sus antepasados. El reciente debate electoral lo confirma. Vuelve a hablarse de las 13 rosas y de quemar iglesias, de rojos y de azules. Yo elijo la desaparición del muro y las elecciones del 79, origen de sendos periodos de libertad en Europa. Conservo en un lugar preferente de mi memoria el estreno de «La guerra de las galaxias» de hace 40 años (en realidad, 42). Aquella entrega de la saga se tituló «Una nueva esperanza». Tiempo después, y en orden inverso, se estrenó la que nos anunciaron como el verdadero origen de la saga. La titularon «La amenaza fantasma». Quédense con la primera y con aquel germen ilusionante de la Transición que asentó en España la democracia. Puede que no sea el sistema perfecto, pero de amenazas y de fantasmas este país ya está más que vacunado.