Partimos de la premisa de que algo es legítimo cuando se ajusta a las leyes. Si nos ajustamos al derecho natural estaremos de acuerdo en su representatividad para la inmensa mayoría de las personas. De esta forma el valor de la vida humana o la libertad serán incontestables para la ley natural. Otra cuestión muy diferente son las leyes que se promulgan desde el Parlamento y que se desprenden de necesidades o supuestas necesidades de la población.

Ante este supuesto y partiendo del mismo nos podríamos plantear multitud de posibilidades de legitimidad social, política, religiosa, económica, etcétera. Dependiendo de qué ideología predomine en un gobierno, así serán las leyes no naturales que se desarrollen. Basándonos en la historia, cuando gobierna la extrema derecha se recortan los derechos de los ciudadanos al igual que ocurre cuando lo hace la extrema izquierda, ambas se acercan al totalitarismo o viven en él. Ninguna de ellas está en posesión de la verdad moral, por ello deberíamos alejarnos de ambos extremos.

Cuando legisla una ideología de izquierda moderada, se entiende, porque así lo promulgan como un mantra, que estamos avanzando y progresando. Por el contrario, cuando lo hace la derecha moderada se entiende, porque así lo proclama la izquierda, que nos anquilosamos y retrocedemos al pasado. Debemos suponer que el pasado siempre es negativo y que el futuro es positivo para llegar a una verdad moral aceptable.

En teoría, y siempre que sea a través de la voz de los ciudadanos lejos del totalitarismo, cualquiera de las ideologías es legítima y todas ellas tienen potestad suficiente para desarrollar sus ideas y ponerlas en práctica, eso sí, siempre que no vayan en contra de la ley natural.

Las cuestiones de fondo que surgen de este planteamiento giran en torno a la legitimidad de diferentes postulados. Qué ocurre con la desobediencia civil permitida por dirigentes legalmente elegidos. Qué ocurre si se incumple la Constitución de forma reiterada por parte de los gobernantes. Qué ocurre si de forma sistemática y vergonzante se quebrantan los postulados electorales de aquellos que consiguen ganar unas elecciones.

Las respuestas son más que obvias, no ocurre absolutamente nada. Podemos vivir de forma permanente en la deslegitimación y el sistema continúa adelante sin que se altere ninguna estructura básica de la sociedad o del Estado. El corolario es indiscutible, la legitimidad en las leyes que se promulgan y no están sujetas al derecho natural, no es igual para todos.