Hace 25 años, un pequeño grupo de personas sensibilizadas por la situación en que se encontraban los extranjeros inmigrantes que recalaban en nuestra ciudad nos subimos a tripular un barco que, temporadas con mar en calma y temporadas con fuertes tormentas, sigue a flote con ganas, con ánimo y con ilusión para seguir navegando. Hablar de la inmigración no resulta fácil. De ella todos se atreven a hablar, tengan o no tengan conocimientos del tema, y casi nunca de forma positiva.

No comparto la mayoría de las cosas que se dicen y piensan sobre ella, pero las comprendo. Comprendo a los que están asustados por la inmigración descontrolada, comprendo al que se queja por tener en su escalera «pisos patera» y comprendo al que no recibe ayudas y culpa de ello al inmigrante. Ayudas sociales que no recibe y culpa de ello al inmigrante. Y sí, los comprendo cuando me transmiten todo esto cuando hablan conmigo, quien soy yo para juzgar... Comprendo pero no comparto.

Los seres humanos tendemos a culpar a los demás de lo que nos sale mal, o de lo que no conseguimos, y el inmigrante es un cómodo cabeza de turco. Resulta fácil culpar a la inmigración de la falta de empleo, de falta de viviendas sociales, de ayudas en educación y sanidad o cualquier otra cosa que no consigamos. Ciertamente resulta más fácil culpar al inmigrante que paga sus impuestos, que a la Administración. Porque es la Administración la que tiene la obligación de hacer buen uso del dinero que recauda con los impuestos que todos pagamos.

Y, sinceramente, no creo que las prioridades de los políticos sean las más justas y equitativas para todos. Y quizás ahí deberíamos dirigir nuestra indignación y no contra el inmigrante. ¿De verdad no somos capaces de ver más allá que una cara extranjera? Hablamos de personas que huyen de la pobreza extrema, de la hambruna, de las guerras, de dictaduras intolerables consentidas con la complicidad de algunos países, de situaciones lamentables fruto de un comercio propiciado en no pocas ocasiones por los llamados países ricos... y nosotros, no todos afortunadamente, sólo vemos al diferente.

No podemos ni debemos seguir indiferentes ante estos dramas, porque no son un texto mejor o peor escrito; son vidas humanas, futuros truncados, seres esclavizados, mujeres sin derechos, niños y niñas violentados. Las mujeres y los niños son los que más sufren porque sus vidas carecen de valor en muchos de sus países de origen. No es fácil encarar la inmigración de forma transversal, seria y eficaz.

Porque la solución no está como dicen algunos en cerrar fronteras y expulsar sin más, pero tampoco creo que la solución sea mirar para hacia otro lado o decir que tenemos las puertas abiertas para todos, porque esto resultaría incierto o utópico.

Las dificultades con las que se encuentra un extranjero son un campo de obstáculos y eso hace que muchos tarden años, y otros no consigan regularizar su situación con sus permisos de estancia y trabajo, y, por lo tanto, no existen para la Administración, por lo que quedan abandonados totalmente por la misma, quedándole sólo el recurso de asociaciones como la Red Acoge de la que forma parte Elche Acoge. Puedo asegurar que el que consigue esos permisos, su único deseo es trabajar, pagando sus impuestos como todo español que se precie. Siempre he defendido que toda persona tiene derecho a ir a cualquier sitio donde pueda conseguir una vida mejor para él y su familia. Y sigo manteniéndolo.

En Elche Acoge llevamos 25 años acompañando a los que llegan a nuestra ciudad buscando esa vida mejor, trabajando codo a codo para construir una nueva ciudadanía de la que todos nos sintamos orgullosos, para que los jóvenes consigan una formación que les sirva para construir su futuro.

Para ello colaboramos con todas las instituciones públicas y privadas. La violencia y los conflictos aumentan cada vez más en este mundo. Y ellos, en su mayoría, vienen de lugares donde la explotación y la falta de respeto a los derechos humanos se vive día a día. Tenemos que seguir trabajando por la inclusión y la igualdad, sobre todo desde la educación. Tenemos que exigir a nuestro gobierno que presione allí donde las personas sufren persecución o muerte y carecen de oportunidades para que los derechos humanos sean respetados.

Al mismo tiempo hay que exigir, también, el cumplimiento del acuerdo de un reparto proporcional de solicitantes de asilo en la UE y dejar de culpabilizar a los barcos que rescatan personas abandonadas en el Mediterráneo; no atenderlos es un atentado contra la humanidad y contra el derecho internacional.

Sería estupendo que fuéramos capaces de elaborar, todos juntos, un plan de acción que nos permita trabajar eficazmente en la consecución de estos objetivos. Queda mucho por hacer, pero en Elche Acoge sabemos que un mundo mejor es posible y estoy segura de que trabajando todos juntos lograremos ese cambio. Nosotros, después de 25 años, seguimos con la misma ilusión y con la misma esperanza.