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Juan José Millas

El concepto

"Sobrecarga cognitiva". Tal es la expresión con la que el neurocientífico Michel Le Van Quyen se refiere a los excesos informativos del mundo actual. Al ruido, porque generalmente llamamos información al ruido.

-Las obras de la casa de al lado me van a volver loca -dice mi mujer.

-Piensa en los martillazos como en paquetes de información -le digo yo.

Hace poco me invitaron a comer en un restaurante nuevo de Madrid, muy afamado. Al poco de sentarme, solicité al camarero que bajara el volumen de la música, pues no podíamos hablar.

-No es posible -dijo-, es el concepto.

La idea era que la gente se chillara, aunque resulta muy incómodo gritar y comer al mismo tiempo. El bolo alimenticio se mezcla con los alaridos de tu compañero de mesa y llega al estómago estresado. No hay nada peor que un quilo o un quimo estresados. El agotamiento se filtra a través de los vasos sanguíneos, como las moléculas de los hidratos, y en cuatro o cinco latidos del corazón se instala en el cerebro.

Sobrecarga cognitiva.

Aquí llevamos varios meses de sobrecarga informativa: los que han ido del 28 de abril al 10 de noviembre, para ser exactos. ¿Somos más sabios? No lo creo. Ahora mismo padecemos el aturdimiento del que se bajaba de los trenes antiguos tras haber sido sometido durante siete horas al traqueteo de los vagones y al crujido de sus vigas. No sabemos muy bien dónde nos encontramos, pese a que en la radio y en la tele no se habla de otra cosa. Nos encontramos, en efecto, en España, después de una campaña electoral en la que, para entendernos, hemos tenido que gritarnos como si políticos y contribuyentes nos halláramos a kilómetros de distancia. Nos hemos quedado ilógicos, sufrimos de absurdidad profunda, nuestras neuronas están para el arrastre.

El neurocientífico citado más arriba nos recetaría un poco de silencio porque el silencio, asegura, regenera el cerebro. Y eso es lo que necesitamos ahora para averiguar lo que nos ha ocurrido. Mucho me temo, sin embargo, que no bajarán el volumen porque el ruido, también en la política, es el "concepto".

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