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El regreso de la religión

El premio "Ratzinger" al filósofo canadiense Charles Margrave Taylor por su aproximación al relativismo cultural actual

Charles Margrave Taylor recibió el sábado en el Vaticano, el premio "Ratzinger" 2019 de manos del Papa Francisco. El filósofo canadiense, que acaba de cumplir 88 años, nació en 1931, en Montreal. Estudió en las universidades McGill y Oxford, y su labor intelectual se ha desarrollado en los ámbitos de la Historia, la Filosofía, la Política y las Ciencias Sociales. Una parte de su obra ha sido traducida ya al español y, de entre los temas a los que ha dedicado particular atención, sobresalen el de la secularización y el de la pervivencia del sentido religioso en la sociedad de nuestros días. Ha sido implacable en su crítica al discurso del "neo ateísmo" que representan Christopher Hitchens, fallecido en 2011, y Richard Dawkins.

En primer lugar, porque ambos han manifestado el pleno convencimiento de que sus argumentos contra la creencia en Dios son apodícticos e inapelables. Se han asentado, para mantenerse en esta posición, en una comprensión del ser humano dizque científica en virtud de una subjetiva concepción de la persona, considerada como mera agregación de partículas a las que no cabe interpretar desde otra vertiente que no sea la puramente material y física. Y esta visión reduccionista no se muestra, según Taylor, como la más adecuada para comprender la grandeza del ser humano en su real magnitud y totalidad. No cesan, en segundo lugar, de repetir ambos que la religión y la violencia avanzan indisolublemente unidas a través de la historia.

Es cierto, sostiene Taylor, que existe violencia en el mundo a causa de la religión, pero ninguno de los dos menciona jamás el hecho de que, en el siglo XX, millones de personas fueron asesinadas por sistemas y regímenes que se proclamaban ateos. Si hubiesen vivido en el siglo XVIII y se apellidasen, no Hitchens y Dawkins, sino Voltaire y Locke, acaso podría entenderse el continuo martilleo en lo de que la religión y la violencia van juntas, pero en el siglo XXI ya no cabe expresarse de esa manera sesgada y, a la vez, tendenciosamente generalizadora. Y es que hay un ateísmo que, en la actualidad, reacciona con las mismas formas exacerbadas del fundamentalismo religioso, porque ha comenzado a sentirse inseguro en aquello que parecía, a estas alturas, incuestionable: el que la religión era algo del pasado y que había hecho mucho daño. Y de repente se ha encontrado con que la religión está regresando con fuerza a la escena pública. Consideraba que se había ido para siempre del territorio de la modernidad, pero resulta que no. Nunca se fue.

Ese ateísmo, que pensaba que el discurso dominante acerca de la religión definitivamente exiliada se correspondía con la verdad histórica, hallándose cómodamente instalado en tal convencimiento, ha descubierto que el flujo vital de la religión discurría, mientras tanto, por vías autónomas e independientes, al margen de una ideología imperante que le era, y es, declaradamente adversa. Y al percatarse de ello, la modalidad de ateísmo que representan Hitchens y Dawkins ha reaccionado con rabia. En fin, Charles Taylor ha estudiado el fenómeno de la secularización centrándolo especialmente en su condición de fenómeno producido por el subjetivismo, el cual constituye un rasgo identificativo de nuestro tiempo.

Bien y mal, ética y verdad, no encuentran ya su fundamento en datos objetivos. Son, por el contrario, expresión del ser de cada persona, en su individualidad, o de las irradiaciones circunstanciales de la sociedad en general. Ha sido esta aproximación al relativismo cultural actual, sobre el que Benedicto XVI escribió páginas memorables y proféticas, lo que ha movido a la Fundación Ratzinger a conceder el homónimo premio a Charles Margrave Taylor, filósofo que se ha afanado por hacer viable la relación entre la fe y la razón, y a pensar el escenario en el que la religión y la modernidad puedan coexistir sin tener que renunciar ninguna de ellas a su propia, natural y específica identidad.

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