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Joaquín Rábago

¿Por qué les cuesta tanto a los políticos admitir sus errores?

Es algo que he vuelto a preguntarme tras escuchar el otro día cómo nuestro presidente del Gobierno en funciones evadía la pregunta directa que le hacía una periodista sobre una supuesta metedura de pata suya en el transcurso de una anterior entrevista radiofónica.

¿Se había equivocado Pedro Sánchez, inquirió la periodista, al hablar de la dependencia directa de la fiscalía de su Gobierno?. Y el líder del PSOE se salió por la tangente con su acostumbrada verborrea sin reconocer un error que puede dar abundante munición a los independentistas catalanes?

En otras declaraciones, esta vez a una TV privada, tras el revuelo armado por sus palabras entre los propios fiscales, el presidente si llegó a admitir su error, atribuyéndolo al cansancio. "Son muchas entrevistas, muchas horas frente a un micrófono. Algunas veces no se es preciso", se justificó como pudo.

No hace falta ser un sagaz analista político para predecir el juego que el resbalón de Sánchez puede darles a quienes dentro y fuera del país llevan tiempo argumentando que nuestra justicia no es independiente, que está excesivamente politizada y no permite por tanto un juicio justo al separatismo.

¿Por qué no reconoció tampoco Sánchez, a preguntas de la misma periodista, que se equivocó también cuando en el único debate electoral televisado entre los líderes no le plantó cara al de la cada vez más crecida ultraderecha posfranquista y permitió que lanzara impunemente continuos torpedos contra nuestro orden constitucional?

¿O no se trató esta vez de un error sino que su clamoroso silencio ante tales insultos a la democracia formaba parte de una calculada estrategia para dejar que mostrase públicamente su catadura moral el líder de un partido totalitario y xenófobo con el que no parecen, sin embargo, tener demasiados reparos en aliarse quienes tanto presumen de representar al centroderecha?

¿No se equivocó tampoco el presidente en funciones al reprocharles a los españoles que no le hubiesen dado una mayoría suficiente para poder gobernar sin tener que recurrir a nadie, ni a su derecha ni a su izquierda, y al llamarlos una vez más a las urnas para que corrigieran su error votándole a él?

¿Ni l lanzar esa nueva convocatoria sin tener en cuenta el absentismo que pudiera provocar el hartazgo de los ciudadanos por la falta de entendimiento de los partidos, o las repercusiones negativas que la publicación de la sentencia contra los independentistas iban a tener sobre el clima político de un país cada vez más crispado por Cataluña?

La tardanza, cuando no negativa, a reconocer los propios errores, algo que parecen compartir los líderes de todos los partidos, tiene sin duda mucho que ver con su fatal incapacidad para el diálogo y el compromiso, tan necesarios, sin embargo, en democracia.

"Sostenella y no enmendalla" parece ser el lema de todos ellos. ¿Cómo pretender superar así ningún bloqueo?

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