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Joaquín Rábago

El neoliberalismo trabaja en la destrucción del Estado social

El neoliberalismo trabaja desde los años setenta en la destrucción del Estado del bienestar tal y como lo conocíamos al menos en Occidente antes de la llegada al poder de Ronald Reagan en EEUU y de Margaret Thatcher en el Reino Unido.

Ambos políticos se enfrentaron con tanta dureza como éxito a los sindicatos - el de los controladores aéreos en el caso de Reagan y a los mineros, bajo el Gobierno de la Dama de Hierro- y desde entonces la derecha no ha cejado en su intento de recortar derechos allí donde gobierna.

Esos recortes han ido acompañados de privatizaciones, privilegios fiscales para los ricos, reducción de la carga impositiva para las empresas y las rentas del capital, drásticas reformas del mercado laboral y austeridad para disciplinar a los países del Sur de Europa.

Llegados a tal estado de cosas, el simple hecho de que alguien como el líder alemán de los Jusos (Jóvenes Socialistas) denunciase los ingresos desorbitados de altos ejecutivos y dueños de grandes empresas o de los abusos del mercado del alquiler y hablase de la necesidad de "expropiar" a quienes así abusan fue interpretado casi como una provocación.

Pero ¿no es cierto que desde los años noventa los precios de los alquileres se han disparado en muchas ciudades - en Berlín, por ejemplo, lo han hecho en un 30 por ciento en sólo nueve años- con el consiguiente efecto sobre la vida de quienes viven sólo de un sueldo, que ya no les alcanza para llegar a fin de mes?

Como señala el filósofo alemán Joseph Vogl, profesor visitante en Princeton y autor de "El fantasma del capital", la subida exorbitante de los alquileres no se debe a un simple aumento de la demanda, sino que es consecuencia sobre todo de la acumulación de capital privado en busca de la máxima rentabilidad.

Sobre todo a partir de la crisis de 2008 y la consiguiente política de bajos intereses de los bancos centrales, los poseedores de grande fortunas no se dedicaron a invertir en actividades productivas, sino que su dinero fue fundamentalmente a los mercados inmobiliarios y de capitales.

El resultado fue lo que Vogl no duda en calificar de "expropiación" por el capital, bajo la forma de fondos buitre, de las "bases de subsistencia" de millones de ciudadanos, incapaces de pagar los alquileres impuestos por los nuevos propietarios.

Contrariamente a lo afirmado por los defensores de la "economía del goteo" en el sentido de que desgravar fiscalmente a los ricos ayuda a crear empleo y riqueza para todos, el dinero acumulado no fue a inversiones en nuevas infraestructuras o en capital fijo sino que alimentó nuevas burbujas especulativas.

Para Vogl, los partidos socialdemócratas y los sindicatos tienen su parte de responsabilidad en lo que ocurre ya que los Gobiernos de la llamada Tercera Vía - los del británico Tony Blair o el alemán Gerhard Schroeder- contribuyeron también a la "des-solidarización" de los asalariados con su fomento del trabajo precario, los llamados "autónomos" y los minijobs.

Resulta muy difícil activar movimientos de solidaridad en una clase trabajadora cada vez más atomizada por las nuevas condiciones laborales y sociales y preocupada por su simple supervivencia.

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