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La papeleta

Pere Rostoll

Invictus

El 14 de septiembre de 2010, Rafael Blasco, entonces síndic del PP en las Cortes Valencianas y hoy encarcelado tras ser condenado por el fraude de Cooperación durante su gestión en la Generalitat, reunió a los parlamentarios de su grupo cuando ya se vislumbraba que, antes o después, el mandato de Francisco Camps en el Consell acabaría cayendo por su propio peso en medio de una avalancha de investigaciones por corrupción que se había iniciado en febrero de 2009 con el estallido del caso Gürtel. Aquel día, los diputados del PP retornaban a la actividad parlamentaria después del verano cuando faltaban apenas unos días para que se iniciara el calendario de las Cortes con el debate de Política General. Con una tropa que ya estaba de capa caída, a Blasco no se le ocurrió otra cosa que citarles a primera hora de la mañana y motivarles con la proyección de «Invictus», una obra clave en la filmografía de Clint Eastwood.

La película -basada en el libro «El factor humano», de John Carlin- gira en torno al personaje de Nelson Mandela y se ambienta en la Copa Mundial de Rugby de 1995 cuando Sudáfrica, tras el apartheid, se alzó con su primer título en la final frente a los temibles «All Blacks» de Nueva Zelanda. En «Invictus», un Nelson Mandela interpretado por Morgan Freeman cuadra una relación de amistad con el capitán sudafricano - François Pienaar encarnado por Matt Damon- para conseguir reconciliar a la comunidad negra y la blanca gracias al deporte. Y, sobre todo, a una victoria que nadie, en ese momento, esperaba. A Blasco, con gran habilidad en la estrategia política para mantenerse dentro de un entramado administrativo que por otra parte le permitía lucrarse, no le movía nada más que tratar de insuflar aire a una tropa en sus horas más bajas. En 2011 cayó Camps y luego, en las autonómicas de 2015, volvió la izquierda a la Generalitat. Hasta ahora.

Esta misma semana, los sudafricanos, los herederos de los protagonistas de «Invictus», ganaron su tercer campeonato mundial de rugby. Pero no creo ni que el jefe del Consell, Ximo Puig, ni tampoco Mónica Oltra, número uno de Compromís, vayan a usar esa estrategia de motivación que popularizó para el gran público Pep Guardiola durante su etapa en el FC Barcelona. Sí estoy convencido de que a la vez que deben con urgencia rebatir las mentiras del máximo responsable de Vox, el ultraderechista Santiago Abascal, sobre el coste del autogobierno en otras autonomías y en la Comunidad Valenciana; mientras trazan ese contrarrelato, decía, los socios del Botànic tendrán que empezar a afrontar un escenario que se les ha complicado muchísimo desde que arrancó la legislatura. Vías de agua que van más allá de «problemillas» en la gestión. Es una cosa seria cuando apenas llevamos unos meses de mandato de este Botànic II.

Hay diferencias importantes que se escenificarán de nuevo en el debate de presupuestos que se tiene que producir durante los próximos días en las Cortes; una grave crisis de confianza dentro del Consell que arranca con el adelanto electoral y que lejos de resolverse aún se puede acentuar más; y problemas que pueden acabar afectando directamente tanto a Puig como a Oltra. Desgaste personal para ambos, como reconocen desde sus entornos. Uno es la denuncia que el PP puso contra el hermano del presidente de la Generalitat, que estará nada menos que 18 meses en instrucción. Y otro tiene que ver con el procedimiento que afecta al exmarido de Mónica Oltra por presuntos abusos a una menor. La vicepresidenta tendrá que hilar fino para explicar la gestión de su conselleria, encargada de dirigir esas políticas, en este asunto. Poca broma.

Y, a todo esto, hay que unir la batalla electoral, que tampoco ayuda. Todo lo contrario. Anoche, sin ir más lejos, el vicepresidente y líder autonómico de Podemos, Rubén Martínez Dalmau, se enzarzaba con el portavoz de Compromís en el Congreso, Joan Baldoví, en una evidencia de dos formaciones que se están jugando buena parte de sus opciones el 10-N en el mismo tableero político. Lo que ocurra el domingo, una victoria del Botànic como bloque o que la derecha sea mayoritaria, va a marcar hasta que punto se agudizan esas diferencias durante las próximas semanas. Sigan atentos. Pero lo que es seguro es que los consellers del Botànic no se reunirán para ver juntos una película. Y muchos menos «Invictus».

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