Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Óscar R. Buznego

La historia de España a la contra

Elvira Roca Barea prolonga en Fracasología las polémicas tesis que ya expuso en Imperiofobia

Los españoles, como corresponde a una sociedad moderna, no dejamos de indagar en nuestra historia y seguimos dando vueltas a los viejos temas, así como a los de más candente actualidad. En el último medio siglo, la actividad investigadora de los historiadores relacionada con la guerra civil y la Transición ha sido frenética, ha generado un sinfín de publicaciones y ha dado lugar a polémicas muy vivas e interminables. Tampoco cesa el debate sobre la suerte del imperio español y el poso que queda de nuestra aventura por la historia. Historiadores de la talla de Carmen Iglesias, José Alvarez Junco y José Varela Ortega han revisado con erudición y rigor las interpretaciones de nuestro pasado en sus obras más recientes. La historiografía es un taller donde se fabrica la imagen que una nación quiere dar de sí misma. Los españoles se han dedicado al oficio con mucha intensidad. Todo ello se ha plasmado en un autorretrato colectivo, que nos permite vernos en el espejo, y ha contribuido a la proyección de nuestro país en el mundo. Por otra parte, el gobierno en funciones ha creado la Secretaría de Estado de la España Global para informar de la realidad patria y el Instituto Elcano vigila nuestra reputación en el exterior. Ocurre, sin embargo, sostiene Elvira Roca, que hemos escrito nuestra historia siguiendo el enfoque de los historiadores de los países que han sido rivales a lo largo de los siglos, los hispanistas, a los que hemos dispensado crédito y prestigio, sin reparar en la manipulación que hacían con nuestra historia. El mayor reproche de Elvira Roca va dirigido a los intelectuales por su actitud acomodaticia y arribista. Según la autora de Imperofobia y leyenda negra, las elites españolas en general no han dudado en deformar la imagen de España con tal de obtener reconocimiento en los centros de poder mundial de cada época. Esta desgraciada ruta habría comenzado con el relevo de los Habsburgo por los Borbones en la corona española y la influencia francesa. El primer hito de la subordinación cultural de nuestras elites lleva el nombre de "afrancesados". El segundo llegaría de la mano de los krausistas, los regeneracionistas, la generación del 98 y, por encima de todos, Ortega y Gasset, el teórico de las minorías, germanófilo, con quien Elvira Roca dice haber mantenido una discusión agotadora, que da por concluida en este libro. Acusa a los intelectuales de haber traicionado a su país, componiendo una imagen en negro, irreal, un tanto esotérica, de fracaso y derrota, cuando la historia de España, afirma, no es excepcional o anómala ni, en suma, difiere tanto de la europea. Elvira Roca ve a los intelectuales españoles, en general, descentrados, advenedizos y abducidos por un idealismo confuso e inoperante. Aunque también señala excepciones, entre las cuales cita a los autores de la generación del 27, amantes sin rubor de la tradición y vanguardistas a un tiempo, y hace una mención muy especial de Rafael Altamira, el primer historiador que definió la hispanofobia. Una de las funestas consecuencias que ha tenido para España el desastroso papel jugado por los intelectuales es, según Elvira Roca, la balcanización. La autora recurre al último libro de Alfonso Guerra para proponer, como solución al problema, la uniformidad del estado autonómico, una delimitación clara de competencias y la devolución al Estado de la educación. Todo el libro es una reivindicación de España, de que su historia sea hecha por los propios españoles y de la necesidad de contarla entera, sin manipular ni ocultar nada. En sus páginas se precipitan reflexiones sugerentes, certeras, con juicios apodícticos y conclusiones apresuradas. El propósito confeso de Elvira Roca, de que la historia de España no sea el cultivo constante de la fracasología, y que dejemos de disfrutar con el placer de la derrota, insufla ánimo en el lector y hasta un cambio de perspectiva, pero también le infunde cierto reparo a cuestionar la defensa rotunda y enfática que se hace del carácter democrático del sistema político de la Restauración por temor a ser alineado en las huestes de la sonrojante leyenda negra.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats