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El Partido Demócrata se la juega

Las primarias de 2020 para elegir a los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos

A tres meses del inicio de un proceso de primarias que arranca el próximo 3 de febrero en Iowa, todo indica que la nominación demócrata a las presidenciales del año 2020 se va a resolver entre el expresidente Joe Biden y la senadora Elisabeth Warren. Lo cierto es que, tras el ataque cardíaco sufrido por el candidato "Bernie" Sanders y pese al apoyo explícito de la congresista por el Bronx y estrella emergente de la izquierda demócrata, Alexandria OcasioCortez, no parece que el veterano senador por Vermont pueda llegar al final de la carrera con opciones de lograr la nominación. Ciertamente, el partido del burro se la juega en estas primarias. Tras un accidentado primer mandato y con la amenaza del impeachment sobre su cabeza, el presidente Trump no parece dispuesto a "tirar la toalla". Por ello, resulta imprescindible que los demócratas presenten un candidato solvente y, en verdad, la cosa no parece fácil. La victoria del moderado Biden en las primarias, situaría al partido en una posición más favorable para competir contra Trump en los estados clave, pero no sería bien recibida por el, cada vez más influyente, sector izquierdista del partido ni por las minorías (negros e hispanos) cuyo voto es imprescindible para que un candidato demócrata alcance la Casa Blanca desde los tiempos de Roosevelt y el "New Deal". Por el contrario, la senadora Warren, una veterana abogada, activista social y firme defensora de los derechos de los consumidores frente a las grandes corporaciones industriales, no contaría, en principio, con el apoyo del stablishment demócrata, ni de los votantes más moderados, claves para alzarse con la victoria en los "swing states", estados oscilantes en los que el voto bascula entre republicanos y demócratas en función del candidato de cada uno de los dos partidos. En su libro sobre el presidente Kennedy, Ted Sorensen, uno de los asesores más cercanos del mandatario asesinado y destacado miembro de aquella Administración que la opinión pública de entonces no tardó en bautizar como "Camelot", nos describe, con todo lujo de detalles, las primarias demócratas a las elecciones presidenciales de 1960. Estas primarias enfrentaron a un candidato millonario, moderado y además católico, con el ala más "liberal" del partido, encabezado por Adlai Stevenson y Hubert Humphrey. Al final, según Sorensen, todo se resolvió en la Convención Demócrata de Los Ángeles, con Kennedy forzado a ofrecer la candidatura a la vicepresidencia al influyente senador tejano, Lyndon B. Johnson, representante del ala más conservador del partido; pactando así con el partido demócrata del Sur, por aquel entonces firmemente segregacionista, a fin de derrotar a los demócratas liberales de Nueva Inglaterra y de la Costa Oeste. Lo que vino a continuación ya forma parte de la historia. Kennedy venció en las elecciones presidenciales al candidato republicano Richard Nixon por apenas 150.000 votos populares, sólo para ser asesinado tres años después en Dallas y, tras jurar su cargo en el "Air Force One" junto al cadáver de su predecesor, Johnson se convirtió en el 36º presidente de los Estados Unidos. Y ahora, sesenta años después, las dos almas del viejo partido fundado por Andrew Jackson, vuelven a enfrentarse en unas trascendentales primarias que deberán alumbrar al candidato capaz de derrotar al que, sin duda alguna, es uno de los peores presidentes de la reciente historia estadounidense; mientras, el resto del mundo contiene el aliento y contempla esperanzado la puesta en marcha de toda esa fabulosa maquinaria político-electoral que se prolongará, sin solución de continuidad, hasta el primer martes después del primer lunes de noviembre del próximo año 2020.

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