Soy un ciudadano suficientemente responsable que cada año paga sus impuestos, como creo que así debe ser porque el chiringuito que nos hemos inventado hay que sostenerlo, aunque algunos políticos, cuyo calificativo me reservo para que no me acusen de maleducado, se empeñan denodadamente en cargárselo sin que le demos por ello un puntapié virtual en su trasero.

No obstante, en este chiringuito nuestro tengo la desagradable sensación, cada vez mayor y con más convencimiento, de que algunos de los impuestos que pagamos para sostenerlo y los costes de algunos servicios públicos que nos presta me resulta que son un atraco institucional, o dicho de forma más expresiva, un auténtico robo propio del Algarrobo de Sierra Morena, por más que quieran disfrazarlos los políticos de turno con calificativos políticamente correctos de solidarios, justos, éticos, sociales y unas cuantas pamplinas más que se inventan para justificar lo injustificable y poder seguir pagándose su sueldo y sus campañas electorales estúpidas que nada auténtico muestran.

A título meramente ejemplar, les cuento lo que me cobró el chiringuito institucional de Adif, Renfe o como quiera llamarse, por aparcar el coche durante dos días y cinco horas en el descampado que tiene junto a la estación de Alicante, cuyo uso resulta poco menos que obligado para aquellos que viajamos madrugando y vivimos en el extrarradio: fueron exactamente la friolera de 67 euros; o sea, una cantidad mucho más cara que lo que cuesta alquilar una vivienda respetable. Díganme si no es un puro atraco institucional.

Y si volvemos a los impuestos, una sencilla reflexión sobre el de Patrimonio y de Sucesiones.

Resulta que el dinero ganado limpiamente, por el que se ha pagado ya el impuesto correspondiente, si uno lo ahorra para sus hijos sin gastarlo, tiene que pagar un impuesto adicional, el llamado impuesto del Patrimonio, cada año por el mismo dinero; y si se lo funde en orgias y desenfrenos no paga ni un euro: díganme que el asunto no deja de ser un puro atraco institucional con alevosía manifiesta, con el agravante de penalizar miserablemente a los ciudadanos prudentes y ahorradores.

Pero lo que ya es kafkiano y levanta sarpullidos, se mire por donde se mire, es que, además, después de pagar el impuesto primero por ganar el dinero, pagar por segunda vez el impuesto del Patrimonio todos los años por el mismo dinero hasta el punto de que pueden llegar a quedárselo todo de lo que queda, si es que queda algo, cuando uno abandona el chiringuito, después de muerto, tienes que pagar un nuevo impuesto, el impuesto de Sucesiones, si quieres desde el más allá dárselo a tus hijos. ¡¡Tócate las narices!! El asunto es ya escandaloso, un robo institucional se mire por donde se mire propio de filibusteros.

Como por la edad he dejado de creer en las ideologías honradas de los políticos y sus partidos, me he vuelto un pragmático egoísta, y solo votaré a aquellos que se abstengan de meter la mano en mis bolsillos, y me permitan vivir lo más tranquilo y feliz posible después de pagar lo que me corresponda en el mantenimiento justo del chiringuito. Lo que no entiendo es cómo estos atracos los estamos soportando como corderos en silencio.