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Que vengan los federales

Pedro Sánchez, por insistencia de Miquel Iceta, ha introducido de nuevo el "modelo federal" en el programa electoral del PSOE. Si hay un abracadabra que funciona con la eficacia de un bebedizo verbal en el mundo de la política, esa palabra es "federal". La palabra tiene un prestigio tan misterioso que en los años de la Transición hubo un sindicato de policías federal, un partido feminista federal y hasta una Comisión Federal de Garantías Estatutarias (existe actualmente en el PSOE). Pero el problema es saber qué demonios significa "federal". A los niños de los 60 nos gustaba mucho la palabra porque salía en las películas de gánsters cuando alguien gritaba, con una metralleta en la mano y una colilla en la boca, "¡Que vienen los federales, todo el mundo a esconderse!" Los federales, claro está, eran los agentes del FBI que podían actuar en todo el país como policía estatal, ya que el país tenía una estructura federal como su propio nombre indica: los Estados Unidos de América.

Pero España no es -al menos por ahora- un país que se llame Estados Unidos de Hispania (o de Iberia, o de lo que sea). Y de momento, en España no hay FBI, ni Estados Unidos, ni estructura federal de ninguna clase, aunque sí tengamos, por lo que parece, muchos federalistas. Entonces, ¿qué sentido tiene la palabra "federal" en un país que no es una federación de Estados que se han unido por voluntad propia? ¿Y a qué se aplica? Y yendo más allá, ¿puede existir un sindicato federal, o un feminismo federal, o una comisión federal de garantías -o incluso una confederación sindical como lo es la CNT anarquista-, en un país donde no existe ningún tipo de organización federal? Es como si a un perro caniche lo llamamos "pomerania" y pensamos que sólo por ese nombre nuestro perro será más noble y más bello y más cariñoso. "Federal". Me pregunto si alguien se ha casado alguna vez por el rito "federal". O si existe alguna clase de relación sentimental que pueda calificarse como "federal" o incluso "confederal" (Truffaut habría podido hacer una película deliciosa sobre una relación "confederal" de pareja. Imaginen a Fanny Ardant en el papel de la esposa).

Si lo pensamos bien, la palabra "federal" pertenece al marco imaginario de las palabras que no significan nada y que por eso mismo pueden significar cualquier cosa que nos apetezca atribuirles. En realidad, "federal" y "federalismo" son esa clase de palabras fetiche -y hay muchas hoy en día: interseccionalidad, poliamor, plurinacionalidad, diversidad, horizontalidad, sostenibilidad- que pueden significar cualquier cosa que nos apetezca atribuirles. Sin embargo, a la hora de pasar a los hechos, ¿qué diablos significan esas palabras que hemos "customizado" para que signifiquen lo que nos dé la gana? ¿Sabría alguien definir un modelo federal de estado para España? Porque primero habría que tener unos estados independientes que se unieran por propia voluntad a un proyecto estatal común. Y esos estados no existen ni han existido al menos desde el siglo XVI. ¿Puede formar un estado federal una comunidad o una provincia que no tiene soberanía propia? ¿De dónde surge la soberanía del estado independiente que se asocia con otros estados en una organización política federal? ¿Y sabe alguien si un modelo federal cambiaría el funcionamiento del actual modelo autonómico?

Si fuésemos un país con algo de memoria, la palabra "federal" sería una de las más odiadas por la izquierda. ¿Por qué? Pues por la sencilla razón de que la experiencia federal de 1873 fue tan desastrosa que arruinó todas las posibilidades de tener una república laica y socialmente avanzada que podría haber cambiado para siempre la historia de España. Pero la Primera República de 1873 fue destruida por la locura federalista que proclamó la independencia de Guadix y Cartagena y Barcelona y Jumilla y Écija (y de otras muchas provincias y ciudades y pueblos), hasta que el ejército republicano "unitario" tuvo que poner orden y la república se desmoronó ella solita (al año siguiente se produjo la inevitable restauración borbónica). Ese episodio es muy poco conocido -nadie quiere acordarse de él-, pero en 1873 el cantón independiente de Granada le declaró la guerra al cantón independiente de Jaén. El cantón independiente de Murcia le declaró la guerra a Jumilla (también cantón independiente). Y por si fuera poco, el soberano cantón de Cartagena le rogó en una carta al presidente norteamericano Ulysses S. Grant que Cartagena fuera admitida como Estado de la Unión (el general Grant, que probablemente estaría borracho en su despacho de la Casa Blanca, nunca contestó la carta). Esta es la triste -y ridícula- experiencia federal que tanto parece gustar a los ufólogos de la política.

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