Había una vez un evento astronómico que no estaba en la agenda: la Fira de Cocentaina. Poco importaba que sus orígenes se remontaran a 1346, a los albores de la historia de la Comunitat Valenciana, que acudiera un gentío monumental cada día de Tots Sants y que fuera noticia nacional permanente. Lo más importante era que los gobernantes del Ayuntamiento eran de otro partido, y así un año y otro año, hasta completar casi un cuarto de siglo, lo que obligaba a «obviarlo», por decirlo de una manera diplomática o eufemística.

Así, desde la Generalitat Valenciana y la Diputación no solo no se apoyaba el acontecimiento, sino que la doctrina oficial obligaba a sabotearlo en la medida de lo posible. La presión llegó a tal punto en tiempos del exalcalde Marset que se impulsó la creación de una Feria del Campo en Villena... en los mismos días. Allí, sí que se concentraban los altos mandatarios y su séquito, pero la realidad a veces es muy dura y el experimento no duró.

Cambiaron las cosas en la Generalitat hace un tiempo y al menos hubo apoyo moral y voluntad de colaboración en la medida de las posibilidades, más o menos reales.

Por todo ello, resulta especialmente trascendente que el presidente de la Diputación de Alicante, Carlos Mazón, acudiera a la inauguración el pasado viernes, participara activamente en los actos e incluso propusiera fórmulas de colaboración para impulsar la Fira. El partido a que se hacía referencia anteriormente no ha cambiado, pero sí la actitud de su máximo responsable provincial, lo cual es digno de encomio.

Evidentemente, estamos en campaña y cada político busca su propio beneficio, como es lógico. Así lo hizo también hace unos meses el presidente Ximo Puig, que recuperó a los afectados de Ardystil, siniestro nombre que tuvo su epicentro trágico en Cocentaina. Como apostilló Susana Javaloyes, siempre contundente: «si las campañas sirven para beneficiarnos, bienvenidas sean» ... Pero de bien nacidos es reconocer que la Feria es patrimonio general de la sociedad y no del Ayuntamiento de turno, como ha hecho ahora Mazón.

En el siglo XXI, la Fira sigue arrastrando multitudes y suscitando pasiones. Corren nuevos tiempos, nuevas circunstancias, con bolsillos muy ajustados, pero con una adaptación permanente como se ha podido apreciar estos días, con zonas cada vez más temáticas y cuidadas y espectáculo en los más recónditos rincones.

Y colorín, colorado...