Consuelo se ha ido, hace unos días ha partido al mas allá de donde venimos, con noventa y pico de años. Era de Onda, la azulejera, en Castellón, y vinieron en matrimonio a esta ciudad a prosperar. Era de los que ahora llaman emprendedores y ella lo fue en los años 50 y mujer. Montó en Alicante la primera Boutique, «Pepe González» en los bajos del Edificio Lamaignere, al lado del Ceylan. Se iba sola a los desfiles de París y se traía memorizados modelos, patrones hechos de papel manila, apuntaba y dibujaba ideas, compraba telas, complementos, puntillas, bordados que luego confeccionaba, cortaba y cosía, ahora se dice tuneaba, en su atiborrada trastienda. Y tenía de clientas a las más postineras familias alicantinas. ¡Modelos de París a medida en la Explanada! Pero también servía tops de lentejuelas o minifaldas ajustadas para las chicas que trabajaban la noche en la calle de San Fernando. Tenía pañuelos de seda india, plata del Tibet y otras sorpresas orientales. Pero para lo que debería ser recordada y considerada, según opiniones, es como la inventora de la moda ad lib, que llaman de Ibiza. Con telas de sábanas de algodón argelino que le traían de mas allá de Oran hacía camisas blancas,con o sin cuello, unas desmangadas con bordados y puntillas de bolillos, otras con mangas y delicados puños con botones de nácar, faldas largas blancas con encajes y cintas, que se llevaban como miel los hippies y turistas que iban y venían de Ibiza en el barco que atracaba en las Escaleritas de la Reina. Las noches de verano se llenaban de los que esperaban partir embarcando esa noche o en el de mañana y que tras toda la noche navegando llegaba a amanecer a la Isla. A los pocos años apareció como un torrente la moda Ibicenca. Una causalidad.En esa época comenzó el Mercadillo de los hippies de la Explanada. Ponían sus puestos abiertos mientras esperaban el barco, bolsos de cuero, joyeros artesanos, artesanía de verdad... Pero esa es otra historia. Consuelo se lamentaba de suerte pero infatigable siguió cumpliendo sus sueños, con sus hijos José María y Fernando quiso montar el primer local de jazz, en los bajos de la Casa de los Curas, un edificio adjunto a la iglesia de Santa María por el Paseíto de Ramiro «El Limbo», dos plantas una con una barra de tes, cafés, zumos naturales y tartas de frutas, con sofás y prensa diaria. ¿Les suena? Lo llegamos a abrir, casi lo consigue. Eran las antiguas atarazanas. Como detalle de como era, les contaré que restauramos un pilar de uno de los arcos donde colgaban con cadenas las barcas para repararlas y calafatearlas, y lo hicimos con losas de piedra partidas de uno de los sillares de la Aduaneta abandonados, tirados en un solar al lado del Cementerio, de madrugada con José, un cantero que estuvo preso y aprendió el oficio en el Valle de los Caídos. Allí sigue el pilar. El contubernio Alcaldía & Iglesia no lo podía permitir. Así era su vida, una aventura diaria. Muchos la recordaran, verla caminar ya mayor, con sus ojos siempre pintados, ligera, guapa, tipito, moderna ella, con ropas hippies, rebecas de lana y tejidos de calidad, siempre andando de aquí para allá, de la Montañeta al Mercado y a la tienda en la Explanada, siempre cargada con sus varios bolsos, visitadora de bancos y amante de la fortuna, su contribución al mantenimiento de ciegos y revendedores de lotería, fue muy lamentada cuando ya no pudo salir casi a la calle. Conocida y saludada, por su nombre, por todos los taxistas de la última época dorada alicantina. De esas mujeres de las que había pocas y que como te descuidaras, te metía en uno de sus increíbles embolaos. La imagino caminar por el cielo creando y cosiendo feliz túnicas para diosas, ángeles y musas.