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Entre llamas, llamadas y deslealtades

La exhumación de Franco tras una semana de violencia en Cataluña

La exhumación de Franco deja atrás una semana de violencia en Cataluña, pero no la deslealtad como signo de la vida política. Entre llamas y llamadas el President Torra quiere volver al precipicio de la independencia. Su letanía "llamé y volveré a llamar a Pedro Sánchez", cobra un sentido crematorio dicha por el pirómano instigador de los CDR. Llamar ¿para qué? Según él, para hablar sin condiciones de la autodeterminación de Cataluña. Pero esto a todas luces no es una llamada, sino una llamada de atención a los suyos y a los incautos para que vean cómo le cuelga el teléfono. Es, pues, una llamada entendida en la cuarta acepción que da a esta palabra el diccionario: "Ademán o movimiento con que se intenta atraer a alguien con el fin de engañarlo o distraerlo de otro objetivo principal; como los que se hacen frente al enemigo, al toro, etc".

Es evidente que querer hablar de este asunto sin condiciones es imponer como condición que la Constitución no sea condición para el diálogo. A estas alturas debería saber el President Torra que eso es imposible salvo que se reforme la Constitución; más aún con un Gobierno en funciones. Nada se puede esperar de quien hace tiempo que se ha desvinculado de las normas y sigue en la ensoñación de que la democracia es el estado de naturaleza donde la libertad es ilimitada, siempre que sea la suya. Lo lamentable es que los partidos de la oposición no respalden al Presidente del Gobierno, incapaces de apartar de la política electoral un asunto de Estado. Para dejar en mal lugar a Pedro Sánchez, todos le afean no coger el teléfono. Casado y Rivera para que responda marcando el 155 e Iglesias para que muestre a Torra sus condolencias por la sentencia del Tribunal Supremo y hablar de lo que no está en manos de un Presidente en funciones. Otro tanto acaba de suceder con la exhumación de Franco.

Algo histórico para la democracia se llena de críticas de la oposición y, queriendo menospreciar al PSOE, dejan en soledad al Gobierno, que en este caso representa una decisión de Estado, aprobada por sus tres poderes. Ese comportamiento es hasta cierto punto comprensible en el PP, porque para muchos de sus dirigentes la memoria histórica es la grabada en el NODO y su tributo a la transición es donarla a la filmoteca nacional y no volver la vista atrás. Ciudadanos tuvo una gran oportunidad para desmarcarse del PP y dar una imagen centrada, que hiciese olvidar por unas horas al menos la frivolidad de su líder; oportunidad perdida. Lo de Podemos sólo se explica por la rabieta de no haber sido Pablo Iglesias el protagonista del desahucio al dictador. A diferencia de la sobriedad mostrada por Pedro Sánchez con su ausencia en el acto, Iglesias no hubiera desaprovechado la ocasión de estar allí y pasar a la historia en Instagram. Mientras fuera de España se alaba la profesionalidad y contención policial frente al vandalismo independentista, máxime viendo estos días los numerosos muertos habidos en Chile reprimiendo actos similares, aquí unos piden tanquetas en la calle y otros exigen investigar el comportamiento de la policía y solidarizarse con todas las víctimas.

Parece que la democracia consiste en la equidistancia entre los vándalos y la policía, quizá porque no se acaba de comprender que quien ocupa aeropuertos, corta autopistas y destroza las calles no es que haga un ejercicio abusivo de sus derechos; es que no está ejerciendo ningún derecho. Mientras las televisiones de todo el mundo transmiten el fin de la anomalía histórica de tener a un dictador en un mausoleo de culto, aquí vemos a los líderes políticos y mediáticos enzarzados en peleas cainitas. Este país carece de autoestima; somos incapaces de sentirnos orgullosos de que aprecien fuera lo que hacemos bien.

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