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La exhumación de Franco y Carmen de Burgos

La mañana de la exhumación del cadáver de Franco, me encontraba en una cafetería, dominada por el gusto de una buena tortilla de patata y un café. Tenían la televisión puesta, al no tener asuntos significantes a la vista, me puse por entero a disposición de las imágenes. La vida del pensamiento, a veces, es una tristeza con ganas de fiesta. Y así sucedió, viendo todo el asunto de Franco (me puse a llorar) al rato se acercó un señor que con suntuoso ímpetu me dijo: "No llore, ya no podemos hacer nada". Sentí la necesidad de decirle que no lloraba por Franco, y así se lo manifesté, es más le dije que mi emoción era por pensar en Carmen "ah, sí, doña Carmen Polo". Yo le respondí "no, doña Carmen de Burgos" y el buen señor me miró con gesto de extrañeza, tratando de librar otra nueva explicación...

Las relaciones con los grandes de nuestra historia están arrebatas por el olvido. ¿Saben? El día de la exhumación de Franco, pensé en Carmen de Burgos (Almería, 1867-1932) la primera mujer periodista de nuestro país, y además, reportera de guerra. Creo que gracias a Franco la figura de Carmen es sinónimo de olvido, bueno no lo creo, lo afirmo. El tiempo no le ha dado su lugar; ni con su muerte llegó su advenimiento. Franco y los censores de la época destrozaron el legado de una mujer única e irrepetible. La ignorancia, la mayoría de las veces, es un hábito mental que embota el entendimiento. Me duele, sí, me duele pensar en lo mucho que sufrió Carmen de Burgos...

La vida camina tranquila, ajena a los desequilibrios humanos (no calcula maldades) con perseverancia nos arroja, de cuando en cuando, contra la roca de la sensibilidad y por circunstancias terminamos llorando. El día de la exhumación de Franco lloré, y lloré al pensar en las fatigas de Carmen. Toda su luz apagada por un dictador... Sus artículos, sus libros, su pensamiento y hasta su nombre. ¡Qué injusticia!

Carmen dijo: " Yo espero resucitar por la fuerza del libro que no habré podido escribir". Así era ella: una mujer libre, sin engaños, ni treguas. Cómplice de su instinto e inteligencia: feminista, viajera, luchadora, heterodoxa y una gran librepensadora.

Me acerco a El Salón de Colombine, lugar de tertulias de Carmen y Gómez de la Serna (entre otros) voy con una botella de vino y con muchas ganas de brindar con todos ellos. Hay cosas irreparables, por supuesto; a veces las penas consiguen abrirse paso en el tiempo y aprovechan la oscuridad del sarcófago para hacerse preguntas. Así es la vida, no todos nos sentimos conmovidos ante lo mismo...

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