No nos habíamos recuperado totalmente de la grave crisis que nos azotó durante una década y ya estamos de nuevo con el estancamiento, la desaceleración y otras perspectivas económicas negativas. Un relativo pesimismo que constatan las compañías familiares en su congreso anual y que los especialistas atribuyen al Brexit, o a la guerra comercial entre EE UU y China, con Europa como invitada de piedra. Los indicadores económicos de los diferentes servicios de estudios de las entidades bancarias, de las consultoras o de los organismos públicos reducen los dígitos de crecimiento previstos e incluso hasta las cifras de la última Encuesta de Población Activa (EPA) dan cuenta de ese frenazo al crecimiento. Por si todo esto no fuera poco, los populares se juegan en su campaña electoral todo a la baza de la situación económica y al miedo a entrar de nuevo en otro ciclo de crisis hasta el extremo de querer retrasar su debate televisivo un día para que se conozcan los datos del paro registrado durante el presente mes de octubre, cifras que se auguran nada halagüeñas. La incertidumbre por la situación política reinante en España, que no parece que la convocatoria electoral vaya a despejar, así como la desafección con Cataluña tras la sentencia del procés, y los violentos incidentes que le han sobrevenido, hacen más difícil si cabe la encrucijada por donde transcurren las revueltas aguas de la economía hispana. Ante este cúmulo de acontecimientos, hay quien señala que todo es cuestión de tendencias y que no debemos ver la botella medio vacía sino medio llena, porque la perspectiva negativa crea un estado de ánimo que, lejos de resolver la situación, la empeora, y ese ambiente se contagia para acrecentar las perspectivas negativas de futuro, acelerando el diente de sierra descendente. ¡Con el tiempo, el sufrimiento y el esfuerzo que nos costó invertirlo!
