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Sin querer

"No soy la persona que quiero ser", dice la protagonista de un cuento incluido en Castigo (Salamandra), el nuevo libro de Ferdinand Von Schirach. A continuación, coge la maleta y se va. Me pregunto cuántas personas logran esto (ser quienes quieren ser), cuando ya el hecho de ser como quieren los demás constituye una hazaña. En cualquier caso, se trata de una de esas frases que te obligan a reflexionar. La leí en el metro. Luego levanté la cabeza del libro y miré a mi alrededor. ¿Cuántos de los que ocupábamos aquel vagón, lleno hasta los topes, éramos las personas que queríamos ser? Ninguno, creo. La mayoría ni siquiera se lo habría planteado. La corriente de la vida, que es la corriente del lenguaje, nos había ido conduciendo de un lado a otro hasta hacernos coincidir a todos en la línea 5 del metro de Madrid un miércoles cualquiera del mes de octubre a las ocho de la mañana. Pronto cambiarían la hora y amanecería antes y nos acostumbraríamos al nuevo horario tras unos días de imprecisiones oníricas.

Quise seguir leyendo, pero la frase me lo impedía, sujetándome a su sintaxis: "No soy la persona que quiero ser". El lenguaje carece de confines: no se sabe de nadie que haya viajado hasta los bordes del idioma, porque no los tiene. Pero es capaz, en cambio, de hacerte viajar hasta los límites de tu inteligencia. Y de obligarte a traspasarlos. La locura, en cierto modo, consiste en eso, en llegar al vacío poblado por los dragones que aparecían en los antiguos mapas, cuando se creía que la Tierra era plana. La protagonista de este cuento, al descubrir que no es quien quiere ser, hace la maleta y se va.

El de hacer la maleta e irse constituye un recurso bastante habitual. En este instante hay cientos de miles de personas en todo el mundo a punto de huir de sí mismas. Lo difícil es hacer la maleta y quedarse. Hacer la maleta y quedarse. En otras palabras, intentar se quien quieres ser en el mismo sitio en el que te has convertido en quien no querías. Quizá haya en este proyecto un punto más de desvarío que en el anterior. Por cierto, después de hacer la maleta, entiérrala, como si contuviera un cadáver: el de aquel en el que te convertiste sin querer.

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