En este título y subtítulo se resume el argumento que pretendo desarrollar en estas líneas. Vaya por delante mi respeto a opiniones y personas, pero, como Historiador, hay algo que puede concluirse después de la exhumación del dictador Franco: la Dictadura de Franco y su máximo representante pasan definitivamente a la Historia.

Algunos pensarán que es una exageración tal afirmación, por eso es necesario explicarla.

Usando el argot franquista, Franco estaba «presente» en nuestras vidas, nuestra sociedad y, sobre todo, en nuestra democracia en la medida que un monumento público mantenía «culto» a sus restos.

Sólo a partir de la exhumación, esta situación ha cambiado y, definitivamente, Franco y lo que representó, pasa a la Historia de este país.

Ningún dictador, al menos en los países occidentales, conservaba mausoleo o monumento. Y la razón era evidente: son Historia, y se habla de ellos y de sus regímenes como algo pasado, terminado.

Podríamos, por lo tanto, decir que la tan traída y llevada «Transición» española ha concluido -en parte, pero de manera importante- con esta exhumación.

A mi entender será una exhumación de todas y todos los enterrados en las fosas comunes de la Guerra Civil Española, y una detallada modificación de la Constitución que nos dimos todas y todos, adaptada a los tiempos actuales, los elementos que cierren definitivamente la Transición.

Y no es un problema de revanchismo, de abrir viejas heridas. Todo lo contrario. Es la única manera de entendernos y hablarlos sabiendo que lo hacemos de Historia. Que debemos intentar que no se repita, pero jamás olvidarla.