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Fernando Ramón

¿De peaje o libre?

Suspirábamos hace unas décadas para que las obras de la autopista (entonces solo había autopistas y carreteras) de Alicante a València acabaran cuanto antes para no tener ese paréntesis en el límite de ambas provincias que desmerecía la rápida conexión. Eran tiempos donde la autovía a Murcia era tan solo un proyecto y el desdoblamiento del vial, que enlazaba la provincia con la capital de España no se divisaba en el horizonte. Pagábamos un peaje por acortar en el tiempo nuestro itinerario y por recorrerlo con unas condiciones de seguridad vial y de comodidad envidiables, inicialmente con gustosa anuencia.

Con el paso de los años, el pago del tique se fue convirtiendo en gravoso por el cotidiano y reiterativo uso de las calzadas perfectamente asfaltadas, todo hay que decirlo, por los residentes en nuestras comarcas. Convencidos como estábamos de que el tributo tenía fecha de caducidad, los usuarios mirábamos estoicamente el calendario para ir arrancando lentamente sus hojas hasta alcanzar la fecha mágica de su liberalización. Llegados a este punto, y tras la inexorable decisión del Gobierno para levantar las barreras al son de las campanadas de Nochevieja, se alzan voces que reivindican su permanencia, con una prórroga de la concesión o una nueva adjudicación que permita, con el canon correspondiente, enjuagar el déficit histórico de infraestructuras que esta provincia sufre desde hace ya demasiado tiempo. Un canon que financiaría esas reivindicaciones, pero que, al mismo tiempo, supondría un doloroso agravio comparativo al sufragar por partida doble unas inversiones más que necesarias. Vía peaje de la autopista y vía de los impuestos que, ejercicio tras ejercicio, ingresamos en las arcas públicas: estatales, autonómicas y municipales.

Como si no tuviéramos derecho a recibir las correspondientes contraprestaciones a nuestra contribución impositiva con unas adecuadas inversiones que, a base de quedar relegadas, se están convirtiendo en un verdadero lastre para el desarrollo económico de Alicante. Y no nos merecemos ni el peaje, ni el olvido.

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