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Millennials, la nueva especie

El conflicto generacional: ser jóvenes consiste también en pasar de la opinión de los mayores e inventarse un mundo propio

Una forma infalible de detectar a quien se acerca a los 50 años, más que las canas o las arrugas, es escuchar su opinión sobre la generación de sus hijos. "Nosotros teníamos ideales", dicen. "Sólo saben divertirse si tienen alcohol", aseguran en la sobremesa con el gintonic en la mano. "Tienen de todo y no sienten curiosidad por nada" le explican a Alexa mientras calientan en el microondas la lasaña precocinada. Parece que forma parte del reloj biológico: ya en un papiro egipcio un escriba se quejaba del comportamiento y la falta de respeto de los jóvenes. Desde entonces filósofos, personajes ilustres y analfabetos han defendido con arrogancia su desprecio por la siguiente generación. ¡Con el esfuerzo que ponemos en su educación! Millennials, una generación que ha visto la expansión de internet, que ha abrazado las nuevas tecnologías y que tiene su propia visión del mundo. Los millenials, una generación muchas veces incomprendida o envidiada por quienes ahora tienen el mando y que han conseguido provocar cambios en todos los sectores. Hijos de los baby boomers que tuvieron que dejar sus casas en el campo para buscar el trabajo en la ciudad. Hay quien le llama la generación perdida: los mejor preparados de la historia, pero sin trabajo en la capital.

Hablamos de millennials como si fueran otra especie. Decimos que viven del postureo, en una realidad virtual. Sentimos que no piensan en el futuro, que no tienen ideales, que viven en la posverdad (como admitimos que no hemos conseguido construir el mundo en el que soñábamos vivir, decimos que nos hemos vuelto realistas, mientras alentamos con nostalgia el recuerdo de nuestras reivindicaciones juveniles desde el cómodo sofá de casa). "Se pasan el día enganchados a la pantalla". ¡Como si fueran más educativas las horas que nosotros pasábamos en los billares! "Son exageradamente competitivos y no admiten la crítica ni la derrota". ¿No es eso fruto de una sociedad que educa en el miedo a la pérdida de oportunidades si no demuestras permanentemente que eres el mejor? "Lo que escuchan no es música, es sólo ruido", exactamente lo mismo que nos decían nuestros padres cuando escuchábamos a Rolling Stones mientras ellos preferían a Carlos Gardel. Nos resulta estrafalaria su forma de vestir, su manera de hablar, su estética y sus hábitos.

Es la historia que se repite. Eso que algunos llaman evolución. Les acusamos de ser individualistas, egoístas. Pero los millennials han demostrado que no tienen miedo a cooperar, a buscar nuevas fórmulas donde el colectivo sea el beneficiado. Muchos han renunciado a poseer y prefieren disfrutar. Saben que la solidaridad no es una palabra que queda bien en un discurso, es una necesidad. Que el trabajo de cada uno revierte en la comunidad. Y están dispuestos a comprometerse para que la sostenibilidad no sea sólo un eslogan publicitario. Que reciclar debe ser algo tan habitual como el juego para sus hijos, que combaten el machismo, el maltrato animal y luchan contra el cambio climático. No pretenden imponer su forma de pensar a nadie, pero lamentan que haya quien siga pensando que no tienen valores. Es cierto, sí. Los jóvenes son dados al exceso, no conocen el respeto, no valoran las instituciones, no hacen aquello que les decimos que deberían hacer, y eso que es por su bien. Los jóvenes, ayer, hoy y mañana, pasan de la opinión de sus mayores e intentan inventar su propio mundo. Porque, en definitiva, eso es ser joven.

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