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Joaquín Rábago

El totum revolutum del populismo

No deja de ser curioso que algunas de las ideas en las que se sustenta el actual populismo ultranacionalista las expresó hace ya mucho más de medio siglo un filósofo de la Alemania Comunista.

En un artículo publicado en 1949 bajo el título de "La posición del marxismo ante el cosmopolitismo burgués", Ernst Hoffmann reprochaba a los ciudadanos del mundo la indiferencia total que mostraban hacia su patria.

Quienes se consideraban como tales se caracterizaban por un "cínico desprecio de cualquier atadura moral o de cualquier compromiso con la nación", lo que equivalía a "traicionar a su pueblo".

El cosmopolitismo de Occidente se oponía, según él, a toda "peculiaridad nacional" y celebraba en su lugar "al hombre sin arraigo, abstracto, sin propiedades".

Veía Hoffmann a ese individuo encarnado en "el trabajador bursátil o en la masa gris e indiferenciada del esclavo del salario".

Como señala el periodista de quien he tomado esa cita (1), en la época en que se escribió aquel artículo, Iósif Stalin, llevaba a cabo una campaña contra una supuesta conspiración judaica.

El dictador soviético denunciaba el "desarraigo cosmopolita" de los judíos, de quienes sospechaba además su apoyo a la alianza israelo-estadounidense.

Palabras que parece que podría suscribir, por ejemplo, el actual jefe del Gobierno húngaro, el ultranacionalista Viktor Orbán, que ha acusado al multimillonario inversor judío George Soros de inundar a Europa de inmigrantes y de intentar desestabilizar a su Gobierno.

Los ataques de Orbán van dirigidos contra las organizaciones no gubernamentales que reciben fondos del extranjero y de modo particular contra la Open Society Foundation, de Soros, a la que ha terminado expulsando de Hungría.

Pero igual que ocurre con Soros o con los actuales dirigentes de otros países ex comunistas como Polonia, el rechazo del cosmopolitismo por parte de aquel filósofo germano-oriental encuentra hoy epígonos a ambos lados del Atlántico.

Si hacemos abstracción de la alianza entre EEUU e Israel, de la que es firme defensor, Donald Trump, el presidente del American First ha recurrido una y otra vez a similares argumentos ultranacionalistas y xenófobos.

Ese anticosmopolitismo y anti-intelectualismo le sirve a Trump para conectar de modo natural con unas capas de población, las menos educadas del país, que siempre han desconfiado de las elites urbanas y ven en el actual presidente de la Casa Blanca alguien que habla su mismo lenguaje y las entiende.

Claro que se trata de una estrategia del republicano para vender a sus compatriotas un programa del que a medio plazo tendrán que arrepentirse porque supone más dinero para los ricos, en forma de bajada de impuestos, y menor protección social y laboral para los trabajadores.

(1) Adam Sobozynski

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