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Marc Llorente

Descrédito generalizado

El presidente en funciones circula a medio gas. Mira hacia delante, pero da pasos hacia atrás en las encuestas. El gran héroe Errejón y su capa electoral despegan no sin algunas dificultades de última hora. Más País busca el voto de los decepcionados, en pro de un Gobierno progresista, y escribe su programa sobre la marcha. Rivera busca una tabla de salvación para no hundirse más en el mar de la precampaña. Casado obtiene aire para continuar con el sueño de dormir en la cama presidencial, previo cambio de colchón político, e Iglesias reza el credo de Unidas Podemos, intentado no bajar, sino subir escalones y pretendiendo atrapar al electorado de izquierdas con los tentáculos de su programa. Cada uno tiene el suyo. Al señor Abascal no le resulta necesario. Patalea, saca la bandera española de paseo y sus votantes quedan firmes.

La bola de cristal de Iglesias muestra dosis de desaceleración económica y augura la posibilidad de un tripartito, entre socialistas, populares y naranjas, con tijeras y recortes apuntando a la extenuada población. Empobrecer más aún los servicios públicos y dar mayores tortas a la gente, o intentar protegerla en medio del abuso, de la mediocridad, del descrédito, de unos y otros, y del escepticismo general. Esta es la cuestión.

Sánchez puede prometer y promete que si gana ofrecerá un plan para el desbloqueo del asunto. Seguro. Ahora quiere pactos de Estado para atar las cosas, tomar el turrón en Moncloa, tranquilamente, y hacer propuestas 48 horas después del 10N. Pactar con la derecha si puede. Todas las formaciones exigen la estabilidad de España después de la irresponsabilidad y de dar alas a la inestabilidad. Errejón va de lobo solitario y solidario. De francotirador que pretende sumar, rescatar a enfadados y abstencionistas.

Por otra parte, el excaudillo se dispone a realizar su último trayecto después de residir en el Valle, y otros, muchas de las víctimas de la guerra incivil, siguen en las cunetas. La sentencia del 1-O entra también en campaña y pone más gasolina en el incendio catalán. La ley prevalece, aunque el problema de fondo continúa. El mundo soberanista ha hecho una chapuza desde el primer minuto del procés, que para ser un «engaño» de sus líderes, según el Tribunal Supremo, muy cara es la factura por ahora. El problema está. Esperemos que pacíficamente. La fragmentación de la sociedad catalana es una realidad, y la desobediencia civil, las movilizaciones y el conflicto caminan. ¿Negociar un referéndum? Imposible. ¿Qué hacer entonces en Cataluña para garantizar la libertad y la convivencia democrática y estable de una vez? Nadie resuelve con rigor esa duda.

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