Hay gente que aún niega que ser lesbiana, gay, bisexual, transexual o intersexual en el entorno laboral sea un problema. Pero los datos nos dicen que dos de cada tres personas LGTBI invisibilizan su orientación sexual, identidad y expresión de género en la empresa en la que trabajan por miedo a las represalias.

Y es verdad que, desde fuera, puede parecer una exageración. Pero nos echan del trabajo, nos acosan en los centros laborales y nos agreden física y verbalmente por nuestra «condición» o «tendencia sexual, por ser esta 'desviación' o una 'anomalía' que nada tiene que ver con aquello para lo que, aparentemente, estábamos predestinados.

Cuando hablamos de la salida del armario, las personas LGTBI siempre lo reconocemos como un acto de rebeldía. Y es que es eso. Salir del armario significa romper con todos aquellos cánones que la sociedad tiene previstos para ti. Salir del armario te garantiza que en tu vida habrá un antes y un después para con la sociedad en la que vives, un entendimiento, al menos fingido, por quienes te rodean.

El pasado viernes vivimos el Día Internacional de la Salida del Armario. Lo vivimos en un país en el que no está condenada la libertad para ser o amar como tú quieras ser o como tú quieras amar. Lo hicimos desde una sociedad en la que, aunque existan agresiones a diario por orientación sexual, identidad y expresión de género, sigue en los ránkings internacionales por ser una de las más avanzadas del mundo en materia de diversidad, pese a la pasividad de ciertos políticos de corte nacional.

Sin embargo, esta semana he podido conocer de primera mano, bajando al barro, la realidad que viven centenares de miles de personas que cruzan las fronteras hacia el sueño de Europa porque en su país su orientación sexual, identidad y expresión de género están condenadas, a veces con la cárcel y otras, incluso, con la vida. En Ceuta viven decenas de personas LGTB que están esperando poder dar el salto a la península en los CETI, recluidas a pocos kilómetros de sus agresores o, incluso, aprisionadas con personas que, como ellas, dieron un paso por un futuro mejor, pero siguen sin respetar la diversidad.

Para esta gente, salir del armario no es un acto reivindicativo; para estas personas salir del armario es un suicidio social, político y personal que han de asumir con el destierro. Y, para colmo, las derechas cuestionan que esto sea un tema simplemente de derechos humanos.