La política parece que avanza cada vez más deprisa pero el movimiento no siempre implica avance, a veces consiste en dar vueltas en círculo o adelante y atrás compulsivamente. De ahí que convenga no perder nunca la perspectiva. Les propongo un viaje en el DeLorean, ese coche que Steven Spielberg convirtió en la pantalla en máquina del tiempo, y que me acompañen a dar una vuelta entorno a una idea de provincia que resuena con inmensa intensidad en nuestros días sin ser más que una letanía rebozada en marketing político y que mantiene a la política alicantina en un bucle improductivo.

Julio de 2015. César Sánchez se convierte en presidente de la Diputación de Alicante y activa lo que podríamos llamar «engranaje provincial». Una maquinaria de poder que tras la desacreditación absoluta de su fachada política con la caída del Partido Popular, carcomido por la corrupción, buscaba a la desesperada mantener su estructura histórica a través de la pompa institucional y un presunto hiperliderazgo de los llamados intereses provinciales. El provincialismo oficial encuadraba estratégicamente la llegada de «nuevos aires» a la Diputación y, por extensión, al maltrecho esquema institucional del PP, que venía de convertir Alicante en un feudo clientelar y partidista. Se creía que con una ducha rápida, Instagram y poco más se podía volver a lo de antes sin más.

Todo aquello se desvaneció de la institución provincial en pocos meses, con un presidente con vocación mesiánica y obsesionado con crear enemigos de la provincia. Nadie pone en duda, ni en su propio partido, que la falta de proyecto político y de gestión fue la tónica de la anterior legislatura en la Diputación. César Sánchez y el PP no dieron la talla y hoy, en octubre del año 2019, es común la idea de que se perdió una oportunidad para modernizar y hacer ecuánime el traslado de recursos y asistencia técnica para los municipios sin que ello dependa del color político de nadie.

Y con ello vuelvo a detener nuestro DeLorean en el presente. Tras meses de «gestión» del nuevo presidente ya podemos extraer las primeras conclusiones: nada nuevo bajo el sol. Desde el primer día, además. El señor Carlos Mazón perfiló su candidatura a la presidencia con voluntad de enmendar la anterior legislatura, pero en su investidura vino a centrar su alegato como presidenciable en torno a una pregunta retórica que se contestaría luego a sí mismo: «¿Quién es acaso si no yo el que tendría más apoyo si de compromiso provincial se tratara?» Si nos centramos en lo dicho, el señor Mazón volvió a presentar las credenciales de un nuevo intento de recrear lo ya vivido en época del zaplanismo, y a confirmar que lo de César Sánchez fue un primer intento en modo sparring. Para el señor Mazón y los renacidos zaplanistas sólo cabe una idea legítima de provincia de Alicante: la suya. Sólo cabe una idea de funcionamiento de la Diputación: la suya. Y es más, del «gobierno provincial» de César Sánchez hemos pasado al concepto de «presidente de Alicante». Y todo en una institución donde la ciudadanía no vota al presidente. Nadie como el zaplanismo trabajó tanto la identificación de los intereses de un partido con los intereses de un territorio, tanto que acabaron por crear una contabilidad compartida.

La gestión posterior al desastre de la DANA no hace sino confirmar lo dicho. El PP ha buscado patrimonializar el drama en la Vega Baja con una moción que buscaba trazar una irresponsable línea política entre buenos y malos en un asunto tan delicado. La lucha dialéctica a muerte de los populares con socialistas en el pasado pleno de la Diputación produce sonrojo, compitiendo por ver quién tenía más responsabilidad en la gestión de la Confederación Hidrográfica del Segura durante la emergencia acontecida. Claro, como el PP la gestionó durante el desbordamiento de 2016 y el PSOE en el actual, el rifirrafe quedó en tablas. También ruboriza contrastar los aires heroicos del presidente de la Diputación durante y después de la emergencia con lo publicado hasta el momento en el Boletín Oficial de la Provincia, insuficiente en ayudas a la zona castigada. Eso sí, la orquesta provincial hizo una gran interpretación el miércoles en Orihuela y el presidente de la Diputación tuvo tiempo de declarar el 8 de octubre «día provincial de la Comunidad Valenciana» -sic- mientras leía su guión cantonalista en su minuto de gloria o citaba nadie sabe muy bien por qué, o quizá sí, a Felipe V.

Y entretanto el Plan de Obras de 2019 sigue en la cuneta; hay centenares de obras atascadas desde hace años en los pasillos provinciales; la Diputación ha rechazado que el PP deba de justificar los ingresos que recibe de la institución en contra de su propio reglamento; las subvenciones a dedo sólo se frenan porque los judicializa la oposición? Lo dicho, de momento, y lo siento por el star system provincialista: nada nuevo bajo el sol. Para esto, podría haberle ahorrado a César Sánchez los viajes a Madrid y haber sacado a Mazón del DeLorean.