He conseguido abstenerme durante cuatro meses de comentar las decisiones del «twitero mayor del universo». Son unas jornadas de contención que no las supera ni la Cuaresma, ni el Ramadán. La estrategia imperial kafkiana de Donald Trump debería ignorarse si no fuera porque la protagoniza el hombre más poderoso del mundo, el que tiene los principales resortes de poder. La política nacional imperial es, primero, apasionadamente ególatra, Nerón le envidiaría. Sigue el America First que, como he escrito alguna vez, bien puede traducirse por el petróleo primero. Como no es cuestión de hablar todas las semanas del presidente Donald Trump, aunque motivos no faltarán, sí que conviene tener una visión panorámica en tres aspectos fundamentales:

Es un peligro para la paz: en Oriente Medio ha roto los pocos acuerdos en que se había avanzado. Como «paz por territorios», en los términos establecidos en los acuerdos de Madrid y Oslo. Ha roto el status sobre Jerusalén. Ha ignorado las condenas de la ONU a las colonias judías. Su respaldo a la monarquía Saudí y a su ofensiva en Yemen ha puesto en peligro la propia estabilidad de la Península Arábiga, incluso la producción petrolífera de sus aliados, y sus relaciones con Irán. Todo por potenciar un desconocido, y unilateral plan para la región. La retirada de Siria dejó el campo libre a Putin. La retirada actual deja manos libres al turco Erdogan y supone una traición para sus aliados kurdos, que combatieron contra el Daesh. Lo mismo va a pasar en Afganistán, va dejar el campo libre a los talibanes frente al gobierno de Ashraf Ghani. Las conversaciones sobre desarme con Corea del Norte, no logran la desnuclearización, pero descolocan a Corea del Sur y a Japón.

El segundo aspecto: desprecia el papel que los foros y acuerdos multilaterales juegan en el plano internacional. Están ahí para ignorarlos, o saltárselos cuando el nacionalismo imperial lo considere oportuno. Primero fue el acuerdo de París sobre el cambio climático: un desastre para la humanidad. Luego la ruptura del acuerdo sobre limitación nuclear con Irán, que puede acarrear el desarrollo de armas nucleares en la región. Denunció los tratados comerciales: primero con sus vecinos de Canadá y México, para firmar una revisión. Ha roto los acuerdos comerciales con China y- ahora- con la Unión Europea. La respuesta de China está repercutiendo en perjuicio de agricultores y granjeros norteamericanos que fueron sus grandes apoyos electorales. La producción industrial norteamericana depende en gran medida de piezas importadas del país asiático y cae, sobre todo, por la suspensión de planes de inversión dada la situación imprevisible. Ante la subida de aranceles a los productos europeos, como represalia por las ayudas al Airbus, cabe prever una contestación de la Unión en los próximos meses. Todo lo anterior está en el origen de lo que el Premio Nobel de Economía, Paul Krugman ha anunciado: «Aquí viene la recesión de Trump. Solo él tiene la culpa» ( El País 8-X-2019). Los paganos de momento seremos todo el mundo. Más los más desgraciados. Al menos hasta que dentro de un año celebren las elecciones en Estados Unidos, y quizás entonces las pague él. Y la ONU entonces cobrará las cuotas que EE UU le adeuda.

En el ámbito interior, en tercer lugar, todo es campaña. La economía aunque mantiene la inercia de la época Obama, en crecimiento y en empleo, se está ralentizando a marchas forzadas por la política comercial unilateral. Los paganos locales pueden ser sus votantes: agricultores y ganaderos del medio oeste y estados industriales en los que ganó, por poco, prometiendo un regreso de las industrias, que no se ha producido. El «impeachment» que han puesto en marcha los demócratas en el Congreso, aunque no progresará en el Senado, va suponer un serio desgaste. A Trump, ante lo que considera una campaña interna de desprestigio y acoso, siempre le queda acusar a todos de noticias falsas, culpar a los inmigrantes de todo, defender a la Asociación Americana del Rifle, descalificar a los demócratas, cesar a sus colaboradores, y ocultar sus datos fiscales. Probablemente se encontrará con la acusación de obstrucción a la justicia, sugerida por el fiscal Muller con relación a la investigación sobre Rusia, ahora por negarse a colaborar con la comisión de investigación de la Cámara de Representantes. Tanto Trump, como su amigo Netanyahu, necesitan imperiosamente ser reelegidos presidentes porque los respectivos fiscales están esperando a que pierdan la inmunidad, y méritos no les faltan.