Difícilmente podrá justificar Pablo Iglesias, secretario general UP (Unidas Podemos), los hechos gravísimos de impedir por cuatro veces un gobierno progresista. Ya en la primera investidura de Pedro Sánchez, demostró Pablo Iglesias querer a toda costa poder, como manifestó alegremente al salir de las conversaciones con el Rey, que quería la Vicepresidencia del Gobierno, el Ministerio de Interior, el de Hacienda, el de Educación, el CIS y el BOE. Como no cedió Pedro a tamaño disparate, votó en contra de un gobierno progresista, dando lugar a nuevas elecciones, la pérdida de un millón de votos a su partido y la elección de Rajoy, con la abstención del PSOE para no provocar una tercera elección. Es cierto que votó a favor de la moción de censura contra Rajoy, pero lo hizo más que para nombrar a Sánchez para expulsar a Rajoy, ya que el PP había sido condenado en una sentencia penal, y además con la promesa de Sánchez de que convocaría elecciones.

Pedro Sánchez dijo desde el principio que quería un gobierno socialista monocolor como en Portugal, ya que en ningún país de Europa existe una coalición de socialistas con comunistas y populistas -el único ejemplo que se pudo dar fue en Portugal, y fueron los propios comunistas quienes dijeron no querer desgastarse gobernando conjuntamente con la socialdemocracia, que era preferible un programa consensuado entre ambos partidos-. El dilema debió de plantearse contundentemente: «Tenéis a un Partido Socialista que ha ganado las elecciones que podíais apoyar, o en otro caso provocar nuevas elecciones, dando una oportunidad a la derecha, que no tenía ninguna posibilidad, de gobernar al estar en minoría».

Pero Sánchez cometió un error al decir públicamente durante una entrevista que el mayor obstáculo para llegar a un entendimiento con Unidas Podemos era Pablo Iglesias, lo cual encolerizó al secretario de UP. La incompatibilidad de su pretensión de ser vicepresidente en un gobierno socialista, en todo caso, debió decirlo en privado al propio interesado. Desde ese momento se hizo enemigo personal de Pedro Sánchez, y las críticas al mismo fueron constantes por parte de UP y de los medios de comunicación afines. Y cuando Iglesias declaró que se retiraba para facilitar la constitución de un gobierno de coalición, dejó sorprendida a toda la plana mayor socialista. Y consintió el presidente en funciones que se constituyera un gobierno de coalición, y al renunciar a participar en el Gobierno se le ofreció una vicepresidencia a su cónyuge y tres ministerios a UP. Sorprendentemente no aceptó porque consideraba que eran ministerios poco importantes y quería más poder.

En España existe constitucionalmente el presidente del Gobierno, no como un primer ministro, sino como presidente del Consejo de Ministros que elige a sus ministros e igualmente los cesa libremente. Establecer un gobierno de coalición donde una vicepresidencia y tres ministros son elegidos por otro partido, en el cual, además, acaba de ser vetado su secretario, era una incongruencia política. La última negativa a apoyar a un gobierno socialista no fue porque había pactado con Ciudadanos como la primera negativa, sino que los ministerios ofrecidos no tenían de suficiente competencia, provocando nuevamente otras elecciones, asegurando públicamente en el Congreso, dirigiéndose a Pedro Sánchez en la misma sesión de investidura, que sin pactar con él no sería nunca presidente.

Es la condena de todo movimiento populista, sea el peronismo argentino, el Movimiento Cinco Estrellas italiano, sea UP o Más País español, que terminan defraudando a sus electores. Se presentan como que no son de derecha ni de izquierda, tachando a los partidos actuales de que son casta, que ellos están con los de abajo. Iglesias sostuvo hace poco que si ellos entran en el Gobierno no será porque Sánchez quiera, porque los «grandes cambios» no llegan porque los que tienen el poder lo acepten: «Las conquistas sociales se consiguen empujando». Pues tanto empujó que su cónyuge se quedó sin vicepresidencia y provocó otras elecciones dando una nueva oportunidad a la derecha.