Los datos históricos incuestionables chocan de bruces con los manipuladores que fabulan sobre unos hechos para adoctrinar a sus adláteres y simpatizantes.

Esquerra Republicana de Cataluña, es solo un ejemplo, lleva años afirmando que hay que recuperar los «territorios catalanes arrebatados», para ellos la Comunidad Valenciana, Baleares, el principado de Andorra y las regiones francesas del Rosellón y la Cerdaña que, casualmente, pertenecieron a la Corona de España hasta el Tratado de los Pirineos de 1659. Ninguno de ellos ha sido jamás catalán, entre otros motivos porque Cataluña no fue nunca ni Reino ni República ni Estado independiente.

El 1 de octubre se conmemoró el 70 aniversario de la creación de una de las mayores y represoras dictaduras que en el mundo ha habido y hay, la militarista República Popular China que, como gigante económico asiático, con los intereses que ello conlleva, no suele ser cuestionada en Oriente u Occidente ni aun cuando en Hong Kong ya dispara la Policía comunista con armas de fuego a los manifestantes que reclaman democracia.

El silencio también suele ser habitual ante la brutal represión que contra la ciudadanía se ejerce en otras dictaduras de izquierdas como Nicaragua y Venezuela; y no digamos nada de la hermética Corea del Norte.

También era esa fecha del 1-O, en mis años mozos, el «Día del Caudillo» que conmemoraba la «exaltación» de Francisco Franco a la Jefatura del Estado. Ahí es nada.

Por ello, qué oportunos fueron los del procés en elegir ese día, que recuerda a dictaduras y represiones, para montar un fraude de referéndum no ya ilegal, sino una auténtica farsa de la que no parece ya recordarse que, al carecer de listas del censo oficiales adscritas a los correspondientes colegios electorales, cada cual podía votar donde le viniera en gana y tantas veces como deseara, habiéndose descubierto, tampoco se le echa en cara a los secesionistas, urnas que llegaban llenas ya de papeletas a favor de la secesión.

El fascismo, nacido en Italia de la mano de Benito Mussolini, un antiguo militante socialista, abrió la puerta a nacionalismos de perdedores, como los de los catalanistas cuyo 11 de septiembre conmemora una derrota, donde la represión y persecución de los adversarios se realizaba y realiza de la manera que permitían los acontecimientos.

Lo cierto es que, aunque no todos los nacionalismos han sido fascistas, sí que todos los que podíamos considerar fascismos han sido o son nacionalistas, a diestra y siniestra.

Como movimiento contrario a ellos, otro sistema dictatorial, el comunismo, muy pronto comenzó a llamar fascistas y facciosos a aquellos que los combatían. La táctica sigue vigente hoy en día donde con asiduidad hallamos denominar fascistas a personas o colectivos de derechas que poco a nada tienen que ver con aquellos.

Y, sin embargo, podemos meter en el saco a los considerados fascistas de izquierda, que los hay y mucho, término que ya acuñara allá por los años sesenta del siglo pasado el prestigioso filósofo alemán Jürgen Habermas.

Si analizamos de qué manera los «catalibanes» acosan a medios informativos españoles, persiguen a los constitucionalistas, obvian cuando no desprecian toda actividad cultural que se haga en castellano, la «lengua invasora» según Quim Torra, ejercen el adoctrinamiento en sus escuelas y televisiones, manipulando la realidad y mintiendo tantas veces como Goebbels recomendaba, no resulta fácil averiguar cuántos elementos fascistoides hay en esa política exclusivista catalana donde los que gobiernan no lo hacen para todos sino para los suyos, otro signo de autoritarismo.

Y todo ello con las actitudes contemplativas, timoratas y temerosas de los presidentes del Gobierno del Estado, desde Adolfo Suárez hasta Pedro Sánchez, entre otras cosas porque necesitaban del voto nacionalista para sus mayorías holgadas.

Cataluña ha desembocado, por desidia, en un grave problema donde si no se interviene, desde la legalidad democrática y la realidad histórica, económica y social, la situación se irá enquistando, teniendo que soportar que exaltados radicales griten «Puta Espanya», «Feixistes espanyols» y otras lindezas mientras no se plantean que el Barça juegue otra Liga que no sea la española y al resto les obligan a decir en la radio y televisión Lleida y Girona cuando ellos hablan y escriben Conca, Saragossa y Terol.

Un pacifista como Ghandi no dudaba en decir que los cobardes a menudo están muertos antes de morir. No seamos muertos vivientes víctimas de complejos deleznables.