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Desastre estructural

El miércoles ha sido día depresivo para el madridismo. Ni las portadas de la prensa ni los telediarios han sido benévolos con el esperpento del martes en el Bernabéu. Para muchos seguidores ha sido la confirmación de sus temores, para otros un baño imprevisto de realidad. Los números, como la mayoría de las veces, son irrefutables. Y los números europeos son en esta ocasión aterradores.

Al descalabro ante el Ajax se sumó recientemente el vapuleo frente a un PSG que no tenía en vanguardia a ninguno de los componentes del tridente estelar (Neymar, Mbappé ni Cavani), pero en esta ocasión ha sido el Brujas, que integra la que podríamos llamar clase media de la Champions, esos equipos que sin gozar de integrantes galácticos en su plantilla pueden dar un disgusto a cualquiera que se duerma en los laureles. Verbigracia: Real Madrid.

Los blancos comenzaron el partido como una cocción a fuego lento, intentando aplicar cloroformo al juego€ hasta que la verticalidad de los belgas dejó al descubierto que al fútbol no se juega andando, que Courtois es en estos momentos un portero transparente (al que no afectan las críticas de los que no saben de fútbol, dice) y que alinearse en la delantera con sobrepeso es una rémora bastante incapacitante. Consecuencia: 0-2 y menos mal que el incorporado Areola salvó el tercero. Luego, el juego no dio para más y hubo que recurrir al recurso de la vergüenza torera y la versión siglo XXI del "A mí el pelotón, que los arrollo".

O sea, goles a cabezazos recios de los chicarrones de retaguardia. Empate, y del mal el menos. Lo peor, la constatación dolorosa de que en la actualidad "noventa minutos en el Bernabéu son muy largos". Y también que en cada una de las frecuentes derrotas se aprecia que el problema del equipo no es coyuntural, si no estructural. Un desastre de calado en la confección del grupo.

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