La duda. Aunque las encuestas electorales han venido augurando en los últimos meses una mayoría del PSOE en las próximas elecciones generales, la aparición de un nuevo partido liderado por Íñigo Errejón -Más país- ha generado una incógnita que no se resolverá hasta la noche electoral. Además de la previsible pérdida de votos de Ciudadanos cuyo destino puede ser tanto el PP como el PSOE, los votos que consiga Errejón pueden provenir, por un lado, de votantes socialistas que previamente habían sido de Unidas Podemos pero que ante la deriva errática de Pablo Iglesias y las continuas luchas internas de la formación morada decidieron votar al PSOE en las últimas elecciones generales. Por otro lado, Errejón puede aprovecharse del abandono de votantes de Unidas Podemos que no hayan entendido la negativa de Pablo Iglesias a aceptar tres ministerios y una vicepresidencia y, sobre todo, la posibilidad de formar un Gobierno de izquierdas al frente de la nación que hubiese implementado políticas socialdemócratas en una Europa en crisis como consecuencia de la desaceleración económica que va a provocar Boris Johnson y su empeño de llevar a cabo de la manera que sea el Brexit inglés.

La otra duda. Para que luego digan que el aspecto físico no tiene importancia. Tras el descalabro electoral del PP en las elecciones generales pasadas que motivó que el PP se quedara con la exigua cantidad de 66 diputados en el Congreso, Pablo Casado organizó y ejecutó un cambio desde posiciones cercanas a la extrema derecha -con un abundante histrionismo gestual- hasta posiciones centristas de difícil digestión. Fue dejarse la barba y Pablo Casado adquirió un porte de prohombre de la política, de pater familias y de hombre de Estado que cualquiera se resiste a no votarle. Cuando después de su segunda derrota electoral Mariano Rajoy mutó del político que acusaba a Zapatero de traicionar a los asesinados de ETA y de plegarse a las exigencias de la banda terrorista al Rajoy con ademanes de notario de pueblo que parecía sacado de un casino de provincias de los años 50 en una película dirigida por José Luis Garci, nombró como portavoz a Rafael Hernando para que dijera todo lo que a él le gustaría haber dicho pero no se atrevía a hacerlo desde su cambio al centrismo moderado. Ahora Casado utiliza la misma técnica. Ha situado a Cayetana Álvarez de Toledo en la portavocía del Congreso mientras él imita al Aznar que hablaba catalán en la intimidad y al Rajoy que sólo sabía de fútbol.

Más pesados que el plomo. No debe extrañar el fracaso de las movilizaciones del 1 de octubre en Cataluña. O más bien deberíamos decir en Barcelona porque en el resto de la comunidad catalana el seguimiento de la reivindicación de la independencia fallida ha sido un fracaso. Casi me dio un poco de pena ver los escasos 18.000 que decidieron manifestarse con sus pancartas y carteles muy pasados de moda. En una sociedad marcada por la inmediatez de internet y las redes sociales la parafernalia independentista ha dejado de ser cool. Con Puigdemont huido de la justicia y de Cataluña, los partidarios de la independencia disminuyen un poco más en cada encuesta que hace la propia Generalitat. Las modas van y bien, y en el movimiento del 1 de octubre hubo mucho de moda, de jugar a ser Juana de Arco y Lluis Companys y de luchar contra un supuesto Estado opresor. Sin embargo, la realidad se impone poco a poco. Cataluña tiene un nivel de autogobierno mayor que los Länder alemanes o los Estados de EE UU y por tanto los problemas que tenga esta región española se deben a la inoperancia de sus gobernantes. Pretender tapar la corrupción y el desastre de su gestión administrativa y económica a costa de enfrentar a unos catalanes contra otros tiene los días contados.

El verdadero populismo. Durante meses, medios de comunicación españoles y los dirigentes de la derecha española alertaron sobre el cataclismo que se cernía sobre Europa y, por supuesto, sobre España con los nuevos partidos de izquierda a los que rápidamente se bautizó como populistas y chavistas. Cuando Syriza se hizo con el poder en Grecia pareció que la Unión Europea estaba al borde de la disolución y la realidad ha demostrado que, durante los años que gobernó el país heleno, Syriza puso en orden las cuentas que durante los años en que gobernó la derecha griega habían sido manipuladas para engañar a las autoridades económicas de Europa. En España, Podemos ha gobernado en varias ciudades españolas y en varias comunidades autónomas en coalición con los socialistas y, por el momento, no sólo no se ha hundido el mundo, sino que ha habido una importante mejora. Sin embargo, el verdadero peligro era y ha resultado ser el populismo de derechas. En Inglaterra, Boris Johnson ha logrado meter a la Unión Europea en un laberinto económico y judicial de muy difícil solución. A base de mentiras y frases vulgares ha terminado de convencer a los ingleses favorables al Brexit de que no va a haber consecuencias negativas. Cuando los ingleses despierten de su borrachera nacionalista será demasiado tarde.