Los dichos populares no coinciden con la realidad herculana. No hay quinto malo, cuando fue el peor de los resultados ante los vecinos de Orihuela que venían del horror de las inundaciones; a la tercera va la vencida, tampoco surtió el efecto deseado por la afición contra el equipo del despechado Tevenet que volvió a ganar como hiciera la pasada temporada en el Rico Pérez. Lo único que le queda a este Hércules, agarrándose aunque fuera a un clavo ardiendo, sería aplicarse con vehemente fe la frase del evangelio de Mateo: «Los últimos serán los primeros». Faltaría saber el cuándo y el cómo. Último recurso para creyentes de un equipo totalmente deshecho y con perspectivas nada halagüeñas. Todos son culpables del peor arranque liguero en la dilatada historia herculana. Desde los que pisan los terrenos de juego, pasando por los de los despachos de la dirección deportiva, hasta llegar a la cima, donde reina desde hace ya demasiados lustros el máximo accionista, y como tal responsable último de los continuos fracasos del Hércules. 20 años al frente, en los que 12 lo han sido militando en la maldita segunda B.

La planificación del actual proyecto de Portillo no ha podido se peor. Primero el mantenimiento de un entrenador que ni supo ni pudo alcanzar el objetivo del ascenso, con el agravante de plantear los partidos casi siempre como equipo pequeño. Los fichajes de veteranos sin proyección ni ilusión y de otros que regresan tras no haber triunfado en plaza alguna. Y sin el goleador que nunca llega. Con estos mimbres nos encontramos en la sexta jornada, penúltimos y con cinco partidos seguidos perdidos, otro récord en el haber de Portillo y su suegro. Y para arreglar el desaguisado se destituye a Planagumà y se ficha a Muñoz, un entrenador sin experiencia en la dirección de ningún banquillo, y con el marchamo de la escuela de Paco Jémez, distante y distinta a la del barcelonés. Cambio radical para una plantilla que han entrado en una espiral negativa de difícil transformación. Un entrenador sin pasado para un Hércules sin futuro. Con el patetismo de la situación llegan dos enfrentamientos, contra el Barcelona B y el Andorra del mecenas Piqué, en los que el Hércules posiblemente sea incapaz de sacar punto alguno, lo que llevaría a situarse con tan solo un punto en la novena jornada, esperando al Ebro, que siempre ha puntuado en Alicante. Así de crudas las cosas lo mejor que le pudiera pasar al Hércules sería que se acercara por la ciudad un árabe, como en Almería, o un chino, o un ruso, o un Piqué y se hiciera con el control de las acciones. Que Ortiz lo permita, amén.