Hay dos asuntos que me machacan la sesera y que son más importantes y graves de lo que podría pensarse, aunque se ha pasado de puntillas sobre ellos, pese a su gran relevancia para el futuro de la comarca. La clase política vegabajera, tanto los que dicen representarnos en los ayuntamientos como los que creen tener «nuestra confianza» en otras instituciones, se pasan por el arco del triunfo los problemas de los ciudadanos, esperando que los problemas se arreglen por sí solos, para luego -como siempre- apuntarse el tanto y salir en una foto robada a la ciudadanía.

Me gustaría que Alejandro Soler (PSOE), ex alcalde de Elche y ex diputado nacional, hiciera frente común con su compañero Federico Buyolo -también ilicitano- y que levantaran la voz para sacarle los colores a sus compañeros de partido, sobre todo a los de Fomento. Pero, lo mismo le diría a mi «amiguete barriguero» Joaninasi López-Bas (Cs) y al muradeño/oriolano Manuel Mestre Barea (Vox).

Si bajamos a la política doméstica -la de concejales y diputados provinciales- me gustaría que, además de preocuparse por traer perras para afrontar los daños de la gota fría (se han aprobado otros 60 millones), los Eduardo Dolón (Torrevieja), Adrián Ballester (Redován/Bigastro), Carolina Gracia (Orihuela), Manolo Pinada (Cox/Rafal) o Miguel López Arenas (Benejúzar), que nos representan en la «Dipu», cogieran el toro por los cuernos y pusieran a caldo a Carlos Mazón y, sobre todo los sosiatas, a Joaquín Puig, que tiene dos conselleras alicantinas y que están callaícas, aunque una de ellas, Mireia Mollà, hizo un amago de pintar la cara a su jefe, pero no ha vuelto a decir «esta boca es mía». Tampoco olvidemos que la secretaria general de los peperos valencianos, Eva Ortiz, es alicantina, oriolana por más señas, además de diputada autonómica, y que la directora territorial de Presidencia en Alicante, Antonia Moreno (Tras-Tras/ Rosalía), que aseguró llegar al carguico para cohesionar no sé qué coño, aunque luego la cagó con lo del «río se va de fiesta» durante el episodio de gota fría, también es de Orihuela.

Si os habéis dao cuenta, solo he nombrao a «vegabajeros o ilicitanos de pro» que -bajo mi discutible punto de vista- deberían hacer algo más por unas comarcas que, como nadie lo remedie, se van al garete sin que, por lo menos, se intente frenar su caída libre, aunque en el Bajo Vinalopó basan su economía en el «sapato», no en la agricultura. Lo que me preocupa -¡y mucho!-, aunque a lo mejor es que soy muy alarmista -¡que va a ser lo más seguro!-, pero, ¿qué queréis? ¡a ciertas edades, perro viejo no aprende gracias nuevas!, es lo que leí el día 10 de septiembre en el periódico: «Ábalos deja sin fecha el AVE a Elche y Orihuela que anunció para el verano», ¡el que acaba de terminar!. Asociaciones empresariales de la comarca, como ASEMVEGA, o los alcaldes de los pueblos vegabajeros consideran que el AVE es fundamental -juntamente con la ZAL en San Isidro- para el desarrollo económico de la Vega Baja, mientras que nuestros desgobernantes parecen callarse como meretrices, para no molestar!.

El segundo tema lo leí un día después, 11 de septiembre. «El Gobierno recorta un 20% el trasvase del Tajo para enviar agua a Toledo». Cojonudo, la comisión de explotación del trasvase, escudándose en el descenso de las reservas en Entrepeñas y Buendía, se pasa por la entrepierna el principio de solidaridad con los más necesitados, como es el caso de la gente de la Vega, a la que, sistemáticamente, se le niega el pan y la sal. ¡Ni infraestructuras -AVE- ni agua -salvo la de las pasadas inundaciones- y así nos va!. Eso sí, cobrar sí cobran -¡y no poco!-, argumentando que se dejan los cuernos defendiendo los intereses de no sé quién. ¡Ah, sí; los suyos!. Con mucho «dolor de corazón», sólo puedo decir: ¡Réquiem in pace, Vega Baja!.