Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Maravilloso y fascinante otoño

El regalo que supone una estación de gran belleza

Ya estamos en el otoño. Fascinante estación, con suaves temperaturas, y en la que el sol calienta con pereza. Las sombras y el frescor, pesan más que la claridad y el calor. Cada día, es menos madrugador y cada tarde, menos trasnochadora. Los árboles pierden las multicolores hojas que cubren la tierra, dándole un aspecto alfombrado y un tenue colorido. Y, una maravillosa esencia. Muchas especies animales se retiran a hibernar, y otras tantas tienen una cita para la perpetuación de la especie.

Además, en estos apasionantes meses, las puestas de sol son inigualables; de hecho, cuando sus destellos desaparecen por el oeste, e inundan, de una luz entre ambarina y dorada un pequeño espacio del horizonte, si te dejas impregnar por esa belleza natural, sientes, aunque tan solo sea por unos instantes, como su perspectiva y energía disuelven los obstáculos que obstruyen tu mente. Y te sientes pleno y relajado, dándote cuenta del inmenso poder y de la belleza suprema de la Naturaleza. No puedes dejar de deslumbrarte con tanta hermosura, y llenarte de asombro ante esta magnífica realidad. Y es que ella, la Naturaleza, funciona así, con gran naturalidad, fácilmente, libre de esfuerzos y con despreocupación tranquila.

Es su naturaleza intrínseca; son esos fenómenos observables que, por ser tan sutiles, no se pueden explicar. Pero sí apreciar las manifestaciones de su belleza. La hierba no se esfuerza por crecer, las flores tampoco por abrirse, simplemente lo hacen; el sol brilla, las estrellas relucen€. Por eso, un año más, le agradezco que, gratuitamente, me regale la contemplación y el aroma de tanta belleza. Y, mientras la observo, y la siento, y la huelo, pienso en la inmensidad y la fuerza del mar, el poder de las olas, las lavas forjadoras, el misterio de las auroras boreales, el estallido de los volcanes€, y yo me encuentro inmensamente feliz, sintiendo cómo una brisa persistente refresca mi rostro y agita con gentileza los árboles. Y caen las hojas, y de nuevo estoy aquí tranquila, serena, experimentando sensaciones, que, por ser tan sutiles, no las puedo explicar, y observo y siento esta maravilla que es de todos, que forma parte de cada uno de nosotros, o nosotros de ella, y que es perfecta, hermosísima, armoniosa. Y, entretanto, nosotros aquí estresados, agitados, buscando no sabemos qué. Y, a mí, un año más, solo se me ocurre una cosa: Gracias, muchas gracias por tu regalo.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats