Se veía venir. Google seguirá manteniendo su última palabra sobre los datos personales. Y eso aunque la justicia reconozca el derecho al olvido. El Tribunal de Justicia Europeo ha optado por mantener la aplicación del derecho al olvido en los moldes jurídicos nacionales y europeo.

La sentencia se esperaba con verdadero interés. Si se admitía que los tribunales de países europeos podían obligar a Google a desindexar contenidos con independencia de su geolocalización, entonces estaríamos hablando de un cambio radical en la protección de datos personales. Porque estos pasarían a estar protegidos como el copyright o las marcas en el entorno digital. Es decir los datos personales se protegerían con un alcance global. Pero no ha sido así. La corte europea ha preferido dejarlo como está, considerando el hecho de que no todos los países fuera de la Unión Europea reconocen de la misma forma el derecho al olvido y que incluso hay naciones que no lo reconocen.

De modo que si en Francia, como ha ocurrido, se reconoce el derecho al olvido en un caso concreto, Google France debe desindexarlo -eliminar los links- en todas sus divisiones francesas. Google también deberá hacerlo en los países de la Unión Europea. Pero hasta ahí llega el mandato para que Google cumpla. Google no tiene que desindexar ese contenido en sus servicios del resto del mundo.

Si en lugar de realizar la búsqueda de información sobre una persona desde Google.fr se realiza desde Google.mx, Google.us o Google.au se seguirá encontrando. El éxito del derecho al olvido es rotundo. En datos del mismo Google, en cinco años -fue en 2014 cuando se reconoció por primera vez- Google ha recibido más de 3,3 millones de peticiones para eliminar links de datos personales, y ha accedido a la petición en un 45% de los casos. Quizás sea este éxito la causa de que Google se emplee tan a fondo para no perder el control de los datos personales, el núcleo duro de su negocio presente y futuro.

En cualquier caso, la decisión europea resulta paradójica. Porque, por un lado, si se tiene en cuenta el sistema legal existente, es lógico que el alcance de una medida de un tribunal francés llegue hasta el límite europeo. Pero, por otro, si se tiene en cuenta que Internet no es europeo, ni americano, ni australiano, ni africano, ni asiático, ni antártico, sino global, la sentencia no es realista. Y en el gap entre la lógica jurídica y la realidad digital tenemos a esta gigantesca empresa, Google, que se resiste con toda su artillería a perder un milímetro del poder sobre nuestros datos.