Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

¿Será el trumpismo sólo una excepción o un antes y un después en el Partido Republicano?

¿Será el trumpismo sólo una aberración o representará, por el contrario, un antes y un después en el Partido Republicano? Es la pregunta que se hacen muchos y no sólo en Estados Unidos.

Que sea una cosa o la otra dependerá en buena medida de que ese hombre de negocios metido a político para mejor defender sus intereses y los de sus amigos ricos y satisfacer de paso su inmenso ego sea o no reelegido por sus compatriotas.

Quién habría apostado por él hace tres años y, sin embargo, Donald Trump dio la sorpresa a todos con su inesperada victoria sobre la candidata del establishment demócrata, Hillary Clinton.

Lo mismo podría volver a ocurrir la próxima vez que los norteamericanos sean convocados a votar, y ello a pesar de todos los escándalos de abuso de poder durante el tiempo que lleva Trump al frente del país.

Quienes creen que ese político de pocos escrúpulos cuando se trata de manipular al electorado podría volver a darnos la sorpresa señalan como datos a su favor la buena marcha de la economía, que comenzó en realidad ya con Barack Obama, y a la ventaja de hacer campaña desde la presidencia.

Como escribe el periodista Paul Starr en la revista The Atlantic, la diferencia que supondría la obtención de un segundo mandato sería "la irreversibilidad" de muchas de las medidas adoptadas en el tiempo que lleva ya en la Casa Blanca.

Medidas como el nombramiento de jueces conservadores para el Tribunal Supremo, los recortes presupuestarios en beneficio de los que más ganan, la desregulación de la economía, un nuevo impulso al rearme y la explotación de los recursos naturales y energéticos sin que parezca importar el futuro de un planeta que es de todos.

Su doctrina de "America first", su abandono del multilateralismo tanto en defensa como en la economía y el comercio, su desprecio de quienes son sus aliados y sus alabanzas de los hombres fuertes y dictadores no son precisamente fenómenos tranquilizadores.

La renuncia a firmar tratados como el de París sobre el cambio climático o el abandono unilateral de otros como el pacto nuclear con Irán para complacer a Israel y Arabia Saudí resultan particularmente inquietantes.

Como lo es la anunciada retirada del tratado sobre armas nucleares de alcance intermedio que firmaron en 1987 Ronald Reagan y Mijail Gorbachov, que tanto interesa a los europeos, con el argumento de que Moscú ya lo está violando y sin que se intente al menos negociar su prolongación.

O el paso siguiente, que sería la no renovación del tratado START, firmado en 2011 por Washington y Moscú y que sirvieron para eliminar casi el 90 por ciento de los arsenales estratégicos de ambos países. Si se permite que expire en 2021 sin hacer nada, parece inevitable una nueva carrera de armamentos de consecuencias imprevisibles.

Eso en cuanto a política exterior y de desarme, porque en política interna, la eventual reelección de Trump posibilitaría el que el presidente pudiese continuar su proceso de derechización del Tribunal Supremo, eligiendo a más jueces conservadores en sustitución de los ya octogenarios que pudieran pasar a mejor vida durante ese segundo mandato.

Si actualmente gracias a los últimos nombramientos hechos por Trump la mayoría conservadora es de 5 frente a 4 más liberales, sólo podemos imaginarnos lo que ocurriría si falleciesen u optasen por el retiro dos de estos últimos y el presidente pudiese sustituirlos por dos más afines a su ideología en temas como el aborto, la libertad de expresión o la separación entre la Iglesia y el Estado.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats