Cuarenta años después del arranque de la actual etapa democrática, uno de los problemas más importantes que lastran a las instituciones es la falta de credibilidad. Conseguir que los ciudadanos confíen en la iniciativa política de corporaciones y parlamentos solo tiene un camino. Abordar siempre aquellas cuestiones que afectan a la sociedad. Los temas que importan de verdad a la gente. Y hacerlo de forma rápida. Al hilo de la actualidad. En plata: convertirse en instrumentos alejados de las agendas de los partidos y cercanos a la realidad.
Ese camino que tienen que recorrer las instituciones, desde luego, solo lo pueden emprender los políticos que tienen la potestad de dirigirlas. Así lo ha entendido, por ejemplo, el presidente de la Diputación, Carlos Mazón. En el pleno de la próxima semana, el primero ordinario que se celebra en el hemiciclo provincial tras la gota fría que arrasó la Vega Baja, se validará una moción para reclamar que se depure hasta la última responsabilidad sobre el papel de la Confederación Hidrográfica del Segura en el temporal. Y si su gestión, como mínimo controvertida, agrandó el impacto de las lluvias.
Todo lo contrario ocurre en las Cortes Valencianas, un parlamento decimonónico y cada vez más alejado del territorio. En la sesión anterior salió adelante una declaración institucional de apoyo a los afectados. Pero lo normal es que esta semana, ya con cifras de daños sobre el tapete, se hubiera abordado un debate monográfico y en profundidad sobre la mayor catástrofe natural sufrida por esta Comunidad desde hace tiempo. Fue María Quiles, diputada de Ciudadanos, la que tuvo que recordar fuera del orden del día que el debate, en realidad, estaba en lo ocurrido en la Vega Baja.
Urge que las Cortes tengan un mecanismo para cambiar por urgencia el orden del día y debatir temas de actualidad. Debe ser el presidente Enric Morera, hasta ahora inédito en esa labor, el que lo plantee. O eso o las Cortes Valencianas acabarán siendo inútiles.
