Entre los grandes desastres nacionales despunta el del Real Madrid, que siempre evoca el de Annual. Pudiera parecer algo prematuro calificarlo así y, sin embargo, en el club de Concha Espina algo apunta a otra temporada degradante como la anterior: la prolongación de la debacle cuando por delante queda disputar todos los títulos.
Para analizar, aunque sea por encima, la decadencia de un club que ha logrado cuatro Champions en cinco años, es necesario recordar, primero de todo, el inmenso error de Florentino Pérez de haberle abierto la puerta a Cristiano Ronaldo, el futbolista que tiraba por el carro y marcaba cincuenta goles por temporada. El segundo desatino de una cadena bastante abultada y que culmina con la mala planificación de un equipo descompensado en sus líneas es justificar que Zidane tiene derecho a equivocarse sistemáticamente porque ha ganado tres copas de Europa seguidas cuando, en gran medida, esto sucedió gracias al que tiraba del carro y hacía mejores al resto de sus compañeros, incluido él.
El penúltimo error ha sido negarse caprichosamente a reforzar el centro del campo por no poder contar con Pogba, que era la obsesión, y después de debilitarlo con las salidas de Llorente y Ceballos. El asunto de la portería no se puede gestionar peor, ni el del desmovilizado Vinicius y tampoco el de la defensa, de la que salieron Vallejo y Reguilón, para pagar cien millones por dos futbolistas, Militao y Mendy, que aparentemente no los mejoran, el francés por insistencia del técnico. James y Bale, dos desahuciados suyos, parecen ser ahora los pocos que se salvan del naufragio.
Puede que sea prematuro, ya digo, pero en las últimas crisis agónicas del Madrid siempre surge la figura de un portugués haciendo las maletas. Para marcharse o para llegar.
