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La portavoz que no lo es

Álvarez de Toledo, a contracorriente en su cometido parlamentario

En un notorio contrasentido, otro más, Cayetana Álvarez de Toledo antepone la voz propia a la de su partido. Mientras el PP tomaba distancia de una vuelta a las urnas, que le reforzaría en lo político, pero ahondaría su quiebra económica, Álvarez de Toledo apostaba ya por la repetición, la nueva oportunidad que anhela la derecha más cruda, la del interés desnudo, la que se ríe de los cachorrillos de Vox.

Mientras los populares vascos tratan de marcar un perfil distinto al de Madrid para volver al mapa parlamentario nacional, del que fueron borrados en las elecciones de abril, su portavoz en el Congreso entra a degüello contra ellos reprochándoles lo que considera excesiva tibieza en un conflicto con tiempos sangrientos, de comprensión inalcanzable para quien, con asepsia y encarnizamiento quirúrgicos, sólo intente entenderlo desde los principios generales de la teoría política. Por ello le resultará extraña, por elemental, a la muy autosuficiente Álvarez de Toledo la explicación última de Alfonso Alonso, presidente de los populares vascos, de que su posición responde a que en el País Vasco “tiene que convivir gente muy distinta y ese deseo de convivencia nace tras años de mucha dureza en esta tierra”.

Una portavoz puede y debe tener estilo propio. Su antecesor en el cargo, Rafael Hernando, combinaba donosura chulesca, gestos de antiguo flecha y vena actoral para ceñirse a ese cometido -algo sucio, como todo lo primario, pero que alguien tiene que hacer- de forzar el mensaje unívoco. La tarea requiere el vaciamiento de todo aquello que emane del pensamiento personal para empobrecerse con el argumentario y los latiguillos.

No ayudan los latinajos ni el engreimiento intelectualoide que Álvarez de Toledo despliega cada vez que abre la boca. Su estilo radica en su voz personal, lo único que no le está permitido, y esa amimia, que trasluce un permanente estar por encima del entorno, impertérrita y ajena a su derrota electoral, remata la incapacidad para el desdoblamiento teatral que su papel impone. Ratifica con ello los recelos mostrados por algunos barones a Casado, que retrasaron su designación, de que la única diputada por Cataluña fuera la persona idónea para llevar la voz parlamentaria. Otro caso diagnosticado por Heráclito con aquello de que el carácter es el destino. Hasta ayer la duda consistía en cuánto iba a durar Álvarez de Toledo en el cargo, ahora se trata de si repetirá o no en las listas.

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