El martes día 17 repiten elecciones al Parlamento -Knesset- en Israel. Digo repiten para que el que quiera pueda consolarse, ellos también tuvieron elecciones generales en marzo de este año, pero no reunieron una mayoría suficiente para formar gobierno. En Israel hay un único distrito -como aquí en las europeas- y el sistema es proporcional puro siempre que las candidaturas obtengan más del 3,25% de los votos. El presidente en funciones Benjamín Netanyahu -Likud- con el 26,46% obtuvo unos pocos votos más que el exgeneral Benny Gantz del Partido Azul y Blanco con el 26,13. Su propio socio y ministro de Defensa Avigdor Lieberman del partido ultranacionalista le negó el respaldo a Netanyahu, forzó la repetición electoral en septiembre, entre otras razones por el nuevo procesamiento de Netanyahu por corrupción.

Hace cuatro años también, un 17 de marzo, Netanyahu consiguió la victoria, y su tercer mandato consecutivo, a pesar del enfrentamiento que tuvo con Barack Obama. Anteriormente terminó procesado y condenado por corrupción, y enfrentado al presidente norteamericano Bill Clinton. En esta ocasión vuelve a repetir la jugada de las últimas elecciones: si en 2015 prometió legalizar numerosas colonias en territorio de Cisjordania y consolidar la implantación de los colonos; ahora ha ofrecido a los potenciales colonos quedarse con toda la margen derecha del Jordán incluso la costa norte del Mar Negro. Dos mil cuatrocientos kilómetros cuadrados, la franja del territorio palestino limítrofe con Jordania. Un 30% del territorio de la Autoridad Palestina que quedaría embolsado por las fronteras de Israel. Los cuatro partidos que representan a la minoría árabe de Israel (20% de la población) se han coaligado en una lista conjunta, de nuevo, para recuperar su resultado récord de 2015 (13 escaños), frente a los 10 que sumaron divididos en abril. Aunque no aspiran a integrarse en un eventual gobierno alternativo, su voto puede resultar decisivo para bloquear el paso a Netanyahu.

El exministro de Defensa Avigdor Lieberman prevé que duplicará sus actuales cinco parlamentarios gracias a un programa que tiene como eje obligar a los ultrarreligiosos (12% de la población) a cumplir el servicio militar, obligatorio en Israel tanto para hombres como para mujeres. Por eso los jaradíes o temerosos de Dios organizados en partidos ultraconservadores detestan a Lieberman y son claves para sostener a Netanyahu.

A la izquierda quedan el partido Laborista y la Unión Democrática pueden ser los principales apoyos del exgeneral centrista Benny Gantz que con el respaldo parlamentario de los árabes -a cambio de derogar la última Ley Fundamental- es el único que puede derrotar a Netanyahu.

A diferencia de las anteriores elecciones el presidente Benjamín Netanyahu, del Likud, cuenta en esta ocasión con todo el respaldo de la Casa Blanca. Donald Trump ha bendecido la proclamación de Jerusalén como capital del Estado hebreo, incluso ordenado el traslado de la embajada norteamericana desoyendo los acuerdos del Consejo de Seguridad. También ha reconocido la ocupación israelí del territorio sirio de los Altos del Golán. Y, lo que no se atrevieron a hacer los fundadores del Estado de Israel, la nueva Ley Fundamental israelí que declara Israel como un Estado confesional judío, cuenta con el respaldo del presidente Trump convirtiendo a los árabes israelíes en ciudadanos de segunda. El último informe a la Asamblea General de la ONU (A/74/272) constata el incumplimiento israelí del protocolo económico que le supone a los palestinos una fuga de ingresos fiscales de cientos de millones de dólares anuales, según estudios del Banco Mundial y de la UNCTAD (Organización de las ONU para el Comercio y el Desarrollo). Todos estos pasos estratégicos nunca se habrían dado sin el apoyo y la complicidad de Donald Trump. Los anteriores presidentes se atenían a los acuerdos de la ONU, y a los tratados firmados en Oslo por Israel -también por Netanyahu- y la Autoridad Palestina.

Estos pasos y la aproximación entre Israel, y Arabia Saudí y los Emiratos, parecen formar parte del llamado «plan de paz» -elaborado sin contar con los palestinos, ni con el resto de los países árabes- del yerno de Trump, Jared Kuschner, enviado por el presidente, y que pretende pacificar Oriente Medio de acuerdo con los judíos israelíes. Donald Trump tiene previsto presentar el plan cuando pasen las elecciones en Israel.

La derrota de Netanyahu es difícil, pero tiraría por tierra la estrategia unilateral del populista presidente norteamericano que se ha saltado todos los acuerdos del Consejo de Seguridad. Sería una excelente noticia para la paz.