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Moldeados por la tierra y el fuego

De la cocina a las alteraciones del planeta: dos visiones de nuestro cambio evolutivo e histórico

La tendencia a explicar nuestra evolución y la historia de la humanidad a partir de un factor determinado o tomando como hilo conductor un elemento que se considera crucial genera una producción editorial tan abundante como tramposa. Con excesiva frecuencia, la presentación del cambio humano como un proceso lineal, para facilitar su comprensión al lector no especializado, incurre en un cierto determinismo y simplifica algo evidente: somos lo que somos como consecuencia de múltiples influencias, que interfieren entre ellas y de algunas de las cuales ignoramos su alcance. En esa querencia por explicarlo casi todo desde una perspectiva cercana a lo unidimensional hay excepciones que merecen atención. Es el caso de En llamas (Cómo la cocina nos hizo humanos), del antropólogo británico Richard Wrangham, y Orígenes (Cómo la historia de la tierra determina la historia de la humanidad), del biólogo Lewis Dartnell. El libro de Wrangham nos remite de forma inmediata al de Cocinar hizo al hombre, de Faustino Cordón, científico de honda raíz evolucionista que acertó a sintetizar la manera en que el primer proceso químico que logramos dominar, el de la transformación de los alimentos mediante el fuego, abriría el camino hacia algunos de los rasgos señeros de nuestra especie, como el lenguaje. Cocinar nos separó de nuestro tronco original, el fuego nos moldeó e incluso puede afirmarse que nos domesticó en un doble sentido: al igual que ocurre con las especies que adaptamos al entorno cercano, dulcificó nuestros rasgos morfológicos, como la disminución del tamaño de los dientes o la pérdida de los potentes músculos masticadores que marcan los rostros de otras especies próximas, y amansó la belicosidad seleccionando a los individuos más pacíficos, con mayores habilidades sociales. La humana es una de las diez especies a las que la antropóloga Alice Roberts atribuye cambios históricos en Domesticados (Seix Barral, 2019), una cura de humildad que nos coloca junto a otras como el perro, el caballo, la patata o la manzana. Pero el efecto principal de la cocina fue propiciar el desarrollo del cerebro a costa de la disminución del estómago, una gran transformación física en la que resulta crucial el ahorro energético derivado de esa "digestión externa" que es el cocinado de los alimentos y la deriva de ese sobrante hacia el órgano que más potencial consume. "El momento transformativo que dio origen al género Homo, una de las grandes transiciones en la historia de la vida, surgió del control del fuego y del advenimiento de los alimentos cocinados", sostiene el autor de En llamas. La novedad de su planteamiento respecto a quienes, como Cordón, pudieron ya de relieve en su momento la trascendencia de la cocina en nuestra evolución, consiste en vincular "la calidad nutricional de la comida" pasada por el fuego con nuestra "realidad biológica". En comparación con quienes llevan una dieta crudívora, sean especies cercanas o humanos que extreman las formas de alimentación alternativa en sociedades sobradas de calorías, la cocina nos proporciona una nutrición más rica dedicando menos tiempo a la ingesta. Wrangham atribuye a la cocina cambios evolutivos tempranos y, lo que sería más cuestionable, muy rápidos. Una prueba de esa adaptación ya lejana radicaría en la vulnerabilidad que todavía sufrimos ante las bacterias de la carne cruda, como constatamos ante los recientes casos mortales de listeriosis. Por encima del salto a la alimentación carnívora, a la que se tiende a atribuir nuestro aumento cerebral, Wrangham sitúa la cocina: "Somos más cocineros que carnívoros". Tras una aproximación al momento en que los humanos o sus ancestros consiguieron dominar el fuego, elemento previo imprescindible, el autor de En llamas sitúa el umbral de ese gran cambio en el Homo erectus, hace 1,8 millones de años, es decir millón y medio de años antes de la aparición de nuestra especie. En ese momento, "la nueva y deliciosa dieta cocinada habría propiciado la evolución hacia tripas más pequeñas, cerebros más grandes y cuerpos de mayor tamaño (€) vidas más largas, temperamentos más tranquilos; y un nuevo énfasis en el emparejamiento entre mujeres y hombres", sintetiza este profesor de Antropología Biológica en Harvard. Entre los inconvenientes, la cocina refuerza la división sexual del trabajo y la exigencia del cazador de tener la cena lista de vuelta a casa "ha conllevado para las mujeres un importante incremento de su vulnerabilidad ante la autoridad masculina", una situación que se prolonga hasta hoy y que hace que los hombres sean "los principales beneficiarios" de la cocina. El libro de Richard Wrangham combina el dato contrastado, la observación de especies cercanas y los trabajos de campo con comunidades que todavía conservan modos de vida ancestrales con un cierto grado de especulación, que tiende a rellenar los huecos a los que no llega la evidencia científica. Pero ello no anula su capacidad para profundizar en una materia tan crucial como las implicaciones evolutivas de la alimentación. En Orígenes, Lewis Dartnell adopta una perspectiva más global que la Wrangahm para "analizar cómo la Tierra nos hizo". Este investigador y profesor de Astrobiología en la Universidad de Wenstminster muestra una envidiable capacidad para exponer con claridad las implicaciones del cambio profundo del planeta en nuestro entorno físico y sus efectos, desde los evolutivos a los económicos. Dartnell se cura en salud ante la tentación determinista al reconocer que "la constitución de nuestro planeta no lo ha predeterminado todo, pero pueden distinguirse ciertos temas dominantes", que son los que él aborda, como la influencia geográfica en el devenir histórico, la geología que propició la Revolución industrial o la inevitable búsqueda de alternativas a ese carbón que sustentó un cambio de época. Orígenes resiste con solvencia cualquier evaluación científica y además su autor sabe entretejer con habilidad "las hebras narrativas de la historia y de la ciencia" para enriquecer el conocimiento del lector. Este libro se ha comparado con el exitoso Sapiens de Harari, pero está libre del componente subjetivo, incluso místico, en que en ocasiones deriva la exposición del autor israelí.

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