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El lobby irlandés en EEUU podría aguarle la fiesta a Boris Johnson

Es difícil hoy conseguir algo en política sin la intermediación de un buen lobby, y los irlandeses lo tienen por fortuna en Estados Unidos en un momento difícil por la posibilidad cada vez más real de un Brexit sin acuerdo.

El Brexit duro con el que amenaza el cada día más radical y despótico primer ministro británico, Boris Johnson, entraña un indudable peligro para la dos Irlandas, cuyos ciudadanos ven con preocupación la posibilidad de que resurja la violencia que dejaron atrás con el "acuerdo de Viernes Santo" de 1988.

El presidente de EEUU, Donald Trump, que no parece perder la ocasión de sembrar cizaña entre los europeos, ha animado a Johnson a mostrarse intolerante frente a Bruselas y llevar a cabo la ruptura con la UE aunque sea sin acuerdo sobre el llamado "backstop".

Como habrá aprendido mientras tanto el atento lector de prensa, el "backstop" es una especie de garantía legal que evite una frontera física entre las dos Irlandas como la que, con tan dramáticas consecuencias, existió en el pasado.

Su aceptación mantendría a Irlanda del Norte tanto en el mercado único como en la unión aduanera a diferencia de lo que ocurriría en el resto del Reino Unido. Tal salvaguarda entraría en vigor en previsión de que para el año 2020 no hubiese acuerdo comercial entre Londres y Bruselas.

Sin embargo, para los partidarios más extremos del Brexit, esa garantía en la que insiste la Unión Europea y cuya terminación exigiría también el visto bueno de Bruselas es sólo un pretexto destinado a impedir al Reino Unido recuperar totalmente su soberanía.

Boris Johnson se niega a aceptar lo que considera solamente un "trágala" de Bruselas y cuenta con que el acuerdo comercial con EEUU que le ha prometido Trump compense con creces los perjuicios que puedan derivarse del Brexit.

El premier británico no parece haber contado, sin embargo, con la fuerza del lobby irlandés en el Congreso estadounidense: conocido como el club de "Los amigos de Irlanda", lo fundaron en 1981 el senador Ted Kennedy y el que fue durante muchos años presidente de la Cámara de Representantes Tip O´Neill.

A ese grupo de influencia política pertenecen más de medio centenar de legisladores de ambos partidos, entre ellos el demócrata Richard Neal y el republicano Pete King, quienes han dejado bien claro que bloquearán cualquier acuerdo comercial en el caso de que el Brexit resulte en una nueva frontera física entre el Ulster nordirlandés y la República de Irlanda.

Según King, la no aceptación del "backstop" equivaldría a una "innecesaria provocación" que pondría en peligro décadas de paz entre las dos Irlandas y que el Congreso norteamericano no aceptaría en ningún caso por más que insistiese Trump en su firma.

Para entender la fuerza de ese lobby, sólo hay que repasar la historia de la inmigración irlandesa: alrededor de 33 millones de estadounidenses - un 10 por ciento aproximadamente de la población total del país- declaran tener sangre irlandesa en sus venas, y muchos de ellos viven en los Estados más disputados por demócratas y republicanos.

Varios presidentes del país, desde John F. Kennedy y Ronald Reagan hasta Billl Clinton o Barack Obama han presumido de su ascendencia irlandesa para conseguir los votos de esa comunidad. Y lo mismo han hecho los candidatos a alcaldes de ciudades como Nueva York o Boston.

Hasta el propio Trump no ha dudado a nombrar en su equipo a personas con antepasados de Irlanda: desde el vicepresidente Mike Pence a varios de sus asesores como la siempre fiel Kellyanne Conway, John Kelly o el que fue durante un tiempo su particular Rasputin: Steve Bannon.

Y en la negociación del famoso acuerdo de Viernes Santo, que puso fin al sangriento conflicto del Ulster y que un Brexit duro pone ahora en peligro, tuvo también un papel determinante un político demócrata estadounidense: el senador George Mitchell.

El lobby irlandés en EEUU podría terminar aguándole la fiesta a Boris Johnson.

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