No soy amigo de lanzar proclamas, y menos si se le supone un cierto aire chovinista, aunque sea europeísta, pero la verdad es que este comienzo de curso es un alivio frente a la situación terrible y de acoso que, desde hace unos años, sufre la Unión. Europa representa los valores de libertad, igualdad y solidaridad. En este último aspecto el de la solidaridad, y el desarrollo de lo que se ha llamado el estado de bienestar, la Unión es única en el mundo. Aunque con recortes ha aguantado la crisis económica; el último ciclón que casi arrastra el estado del bienestar europeo.

La Unión Europea, fue el ideal de la oposición al franquismo durante la transición. A pesar de que en aquella época se tachaba a las libertades democráticas cómo «libertades formales», con un sentido claramente peyorativo, por la izquierda más radical. Hablaban de democracia formal frente a la real de los países del este europeo, y de una economía capitalista de mercado. La caída de los regímenes comunistas obligó a algunos a valorar la democracia, por muy formal que se califique, como un valor en sí misma. Imprescindible en un sistema de libertades. Ahora algunos vuelven a hablar de «partidos de la casta» y del «régimen de la Transición» que se derrumba de nuevo, desde 2014. Que se aclaren.

La Unión Europea es un sistema de asociación de los estados, de soberanía compartida voluntariamente, único en el mundo. Tan especial, como lento, desde la crisis ha vivido un acoso incesante, la ofensiva empezó haciendo tambalear el euro, y ha sido en ocasiones sistemático y planificado. El primer aspecto que ha sufrido los embates de la crisis ha sido la solidaridad, el estado del bienestar, del que Estados Unidos, que lo inventó, se encuentra hoy muy lejos; y no digamos Rusia. Además la UE no es solo una potencia económica es un modelo político a seguir de libertades para los ciudadanos de muchos países, lo que ocasiona no pocos quebraderos de cabeza a los gobernantes rusos y norteamericanos. Las dos potencias militares que habían hecho del continente europeo el campo de batalla de su pugna mundial,- y ahora casi en sentido literal, tras la ruptura del acuerdo sobre misiles balísticos de alcance medio-, han intentado, de distinta forma, limitar la influencia de la que ya es la tercera potencia económica mundial.

La llegada de Donald Trump a la presidencia significó animar a todos los movimientos ultraderechistas y anti Unión Europea del continente, desde el PVV holandés o el AfD alemán, hasta el Brexit británico apoyados por las dos potencias mundiales. Europa ha mantenido el Tratado de Limitación Nuclear firmado con Irán; y lo mismo ha hecho con el acuerdo de París, sobre el cambio climático a pesar del abandono en ambos casos de los Estados Unidos. Rusia chocó con la Unión por su intervención en Ucrania y la ocupación de la península de Crimea lo que le supuso la expulsión del G7. La actuación europea con los acuerdos comerciales con Mercosur, Japón, y Canadá han sido un contrapeso importante al proteccionismo impulsado por los conservadores norteamericanos, y en parte ha frenado la recesión. En este comienzo de curso estamos viviendo la derrota de «The Movement», la ultraderecha animada por Steve Bannon, el exasesor de Trump; del demagogo neofascista -apoyado por Rusia- Salvini; también de la ultraderecha alemana en Brandeburgo y Sajonia; y el parón en seco al sosias de Donald Trump, Boris Johnson, derrotado en el Parlamento británico reiteradamente; mientras, la Unión Europea ha mantenido firme una postura negociadora unitaria.

Durante toda esta ofensiva, en las distintas instituciones de la Unión Europea se ha realizado el relevo, que culminará el mes que viene, tanto en la Comisión como en el Consejo, en el Parlamento, y en Banco Central Europeo. También un relevo en el liderazgo informal de Merkel por Macron. Sin duda se puede reprochar a la Unión la incapacidad para extender la solidaridad a la política con migrantes y refugiados; las diferencias entre los estados en materia de protección social; las desigualdades crecientes con la crisis. Y más. Sin embargo, Europa se mueve, avanza lentamente, muy lentamente, por los pactos que requiere, pero ha sabido mantener su protagonismo internacional, anclar sus valores, empezando por las libertades y siguiendo por el Estado del Bienestar, a pesar de los recortes de la crisis y frente a las presiones de las grandes potencias militares.