En pocos años la tendencia de los consumidores en materia de vivienda en España ha virado desde la compra al alquiler. No podemos aislar un único factor como determinante de esta situación. De una parte tenemos la precariedad de los empleos, que genera una gran inseguridad en los consumidores, puesto que no se atreven, e incluso en la mayoría de los casos no pueden afrontar la compra. Una vez hemos despertado del sueño aquél de la burbuja inmobiliaria, en que los bancos concedían hipotecas por encima del valor de tasación del inmueble y se podía adquirir una vivienda sin disponer de ahorros, todo aquello es imposible hoy día. Las últimas reformas en materia hipotecaria, pese al hipotético fin que perseguían de proteger al ciudadano, han supuesto mayor burocracia y por consiguiente mayores dificultades para su concesión. Los destinatarios de las hipotecas son tratados por la nueva ley como un menores de edad vitalicios sin dos dedos de frente, y los bancos ahora se la cogen con papel de fumar ante las numerosas condenas judiciales, recaídas por sus anteriores trucos de trileros de la letra pequeña.

Pero volvamos a las dificultades del mercado de alquileres, que como es lógico afectan más a los jóvenes y a las personas con menores rentas. Parece que en Alicante se están recibiendo hasta cien llamadas interesándose por cada piso que se ofrece en alquiler. Los propietarios pueden hacer selección de inquilinos, como si de un casting para pase de modelos se tratara. Estamos en las mismas, los que tienen nómina y puesto fijo llevan las de ganar, frente a los pobres de los trabajos temporales y mileuristas, si acaso, sin avales. Es cierto que muchos propietarios han sufrido lo suyo por culpa de arrendatarios aprovechados, que no contentos con dejar de pagar el alquiler en muchas ocasiones les han destrozado el piso además. Y, tras la reforma de la Ley de Arrendamientos Urbanos, el incremento por ley del tiempo de alquiler a cinco años, obligatorio para el arrendador y facultativo para el inquilino, supone un claro desincentivo en este sentido para muchos propietarios, que no se atreven a desprenderse de su inmueble durante tanto tiempo. En definitiva, hacen falta más viviendas sociales en alquiler y también mayor control de las viviendas turísticas, que están desertizando los centros de las ciudades y sacando del mercado de viviendas de alquiler muchos pisos, cuyos propietarios se lo llevan todo calentito a su bolsillo sin pasar por caja. Son problemas de primer orden, puesto que se refieren a bienes de primera necesidad con amparo constitucional, que necesitan una solución urgente.