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El Imperio y la nueva ofensiva ideológica

José Luis Villacañas desmonta en "Imperiofilia y el populismo nacional-católico" el exitoso "Imperiofobia y leyenda negra" de Elvira Roca Barea

¿Tiene sentido acometer casi tres años después de su aparición en el otoño de 2016 la refutación y denuncia de un libro que lleva vendidos ya 100.000 ejemplares? José Luis Villacañas Berlanga, catedrático de Filosofía de Universidad Complutense, considera que sí y, venciendo el desdén académico hacia una obra con visibles carencias de rigor intelectual, acomete en Imperiofilia y el populismo nacionalcatólico la réplica al muy exitoso Imperiofobia y leyenda negra de María Elvira Roca Barea.

¿Por qué ahora? Porque para Villacañas ese ensayo "dañino y peligroso" -los calificativos contundentes dejarán en evidencia lo mucho de confrontación ideológica que hay en su crítica- es una pieza adelantada y mayor de lo que denomina "populismo intelectual reaccionario". Ese flujo de convicciones ha propiciado, entre otros hechos, la irrupción de Vox, su versión política, por lo que Imperiofobia adquiere una perspectiva nueva y se inscribe, para Villacañas, de lleno en un debate ahora muy vivo. Por ello, el autor de Imperiofilia se apresta a "desmontar ese libelo populista malsano y dañino", "un artefacto ideológico que ha iniciado el paso a la ofensiva de un pensamiento reaccionario cuyos efectos estamos observando ahora con nitidez", y en el que figuran ya "las líneas de fuerza de la ofensiva reaccionaria que va a disputar la lucha por la hegemonía cultural española en los próximos años". Imperiofobia e Imperiofilia están en los ángulos opuestos de esa confrontación, que problematiza el pasado hasta transformarlo en una preocupación que obnubila el presente, Villacañas Berlanga tiene tras de sí una amplia obra de reflexión teórica, de análisis de fenómenos históricos y políticos. Próximo al Podemos de los orígenes, se tornó uno de sus críticos más contundentes -El lento aprendizaje de Podemos (Catarata, 2017)- a medida en que la deriva hacia un proyecto personalista arruinó la esperanza de que lo nuevo fuera distinto.

Trabajó tanto sobre el populismo -Populismo (La huerta grande, 2015)- como sobre el imperio, por lo que se mueve con soltura en las coordenadas del libro de Roca Barea. Imperiofobia es, en última instancia, una reivindicación de un pasado del que podemos vanagloriarnos pese a la propaganda letal de la leyenda negra y una revisión en favor de instituciones oscuras como la Inquisición. Tiene un eje claro de denuncia: buena parte de la historia de Europa están hecha en contra nuestra, es el resultado de la hispanofobia y el protestantismo. "Su amor por los imperios es claramente menor que su odio por el protestantismo", reprocha Villacañas a Roca Barea. Es cierto que la autora adolece de cierto ardor de Contarreforma, que tiñe el conjunto de sus escritos conocidos, incluida la ficción de corte histórico que publicó al amparo del éxito de Imperiofobia. "Es vergonzoso que el Vaticano haya emitido en 2017 sellos con la imagen de un individuo de la catadura moral de Martín Lutero (intolerante, racista, antisemita, apologeta de la violencia, defensor del sometimiento de los más pobres a los señores germánicos€) y que el papa de Roma haya colgado un retrato suyo en el mismo lugar", escribe en el prólogo a su 6 relatos ejemplares 6 (Siruela, 2018). Y ello pese a que la introducción a su bestseller asume que "el juicio moral en la historia es planta muy delicada y suele ser arrastrada por prejuicios conscientes e insconscientes".

"El protestantismo no tiene sustancia religiosa alguna. Es un arma política retrógrada, reactiva contra el progresista proyecto imperial unificador de Europa", sostiene la autora en su obra capital. Villacañas desmiente: "La Reforma fue un proceso religioso económica y políticamente condicionado, pero en modo alguno fue un mero acontecimiento político". Roca Barea -licenciada en Filología Española, doctora en Clásicas, profesora de instituto, quien en los preliminares de Imperiofobia se presenta libre de todo compromiso secular y religioso- defiende los imperios como momentos de empuje y transformación de la historia hacia horizontes amplios y mejores. Pero se deja llevar por el impulso primordial del libro y, sobre la idea de que "la imperiofobia principal es la hispanofobia", el resto de los casos que aborda sirven apenas de carcasa a su inquietud primaria. Quizá por ello pierde la preocupación por el detalle y "quien establece una ley histórica completamente falsa (que los imperios son meritocráticos) no quiere saber nada de los fenómenos históricos concretos que dicen lo contrario", critica Villacañas en su respuesta. Aceptado que más allá de los imperios el trasfondo y la intención del libro de Roca Barea son otros, su autora sostiene que la hispanofobia "forma parte del cuerpo central de las ideas de la Ilustración". "Tenemos de nuevo la tesis del gran escolástico Gustavo Bueno: la modernidad contra España", contesta el autor de Imperiofilia.

¿Quiénes son esos ilustrados? "La primera élite intelectual de Occidente que pretende administrar la moral social y todas sus rentas", identifica Roca Barea. Y Villacañas refuta: "Las órdenes religiosas son la élite más persistente" en ese empeño, como muestra el hecho de que en España controlen la mitad del sistema educativo. En esa misma línea, Roca Barea afirma que Europa se construyó en contra de España: "Si privamos a Europa de la hispanofobia y el anticatolicismo, su historia moderna se torna un sinsentido". En afirmaciones semejantes encuentra Villacañas el vínculo de Imperiofobia con "la factoría de Steve Bannon, mezclada con el corazón castizo de la melancolía imperial de Gustavo Bueno, utilizado por los padres de la Asociación en Defensa de la Nación Española en su proclama inaugural y hoy inspiradores del partido político Vox". Estamos ante "una posición geopolítica nueva", que "apenas está indicada", por lo que "hay que rastrearla con sutileza en el libro", advierte el catedrático, quien, pese a ese requerimiento de una mirada sutil, aprecia "la clara aspiración política" de libro de Roca Barea. "Quejarse amargamente de la existencia de la leyenda negra y sentirse odiado por buena parte de los pueblos europeos, es una de las más estúpidas y estériles características del nacionalismo español", diagnostica el autor de Imperiofilia. "Todo en su libro proyecta una analogía entre nacionalismo, rebelión y Reforma y siempre induce a creer que todavía padecemos ese síndrome. Desde luego, todo el libro está atravesado por la cuestión subliminal del nacionalismo catalán. Sin embargo, es ella la que adopta una actitud mimética de los nacionalistas catalanes cuando quiere mantener abierta la cuenta de agravios", constata Villacañas en su deconstrucción de Imperiofobia. Como consecuencia de ello, "la escritura de Roca Barea no está destinada a captar la inteligencia del lector, sino su pasión y ante todo su sentimiento de haber sido mal tratado en su condición de español", concluye. Resultan evidentes, en definitiva, en las tesis de Roca Barea los ecos de lo que el historiador Álvarez Junco identifica como "la maldad moderna, iniciada con el acto de soberbia de aquel rebelde agustino llamado Martín Lutero y culminada con la Revolución francesa".

Pero también en la réplica de Villacañas hay un sustrato ideológico bien visible, que lastra su refutación. Por ello, quien busque entrar en ese pasado complejo, y ahora revisado en términos distintos a los que sostienen tanto Roca como Villacañas, habrá de recurrir a la fiabilidad de historiadores solventes, mayormente ajenos a esta colisión. Al margen de esa confrontación ideológica de fondo, los dos libros se mueven en planos muy distintos. Roca Barea considera que sus muchos supuestos lectores -se trata de un caso claro en el que poseer el libro es una forma de identificarse con lo que dicen que dice- la acreditan de sobra para despreciar las carencias de conocimiento que le puedan afear y elude entrar en controversia con Villacañas, cuyo libro sólo es para ella un intento de aprovecharse de su gran éxito editorial. De nuevo, el mercado se impone a la Academia.

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