Las dificultades para la formación de un Gobierno estable en España amenazan con enquistarse a tenor de las últimas declaraciones de diferentes portavoces de Unidas Podemos. Con la última propuesta del PSOE, los socialistas dan una tuerca de vuelta más en el cerco político tejido alrededor de la formación morada con la intención de colocarle en la situación de que no apoyando un Gobierno de izquierdas estaría negando su propia esencia así como también la voluntad de los españoles rubricada en las últimas elecciones generales. Por un lado, las reuniones mantenidas por Pedro Sánchez con los colectivos sociales y culturales le han otorgado un manto de credibilidad y de conocimiento de los problemas de la sociedad española de primera mano. Nunca hasta hoy un presidente se había reunido con los representantes de tan diversas materias para escuchar sus propuestas y, sobre todo, sus quejas. Con ello, el presidente en funciones ha demostrado, como mínimo, una actitud receptiva muy alejada del endiosamiento en el que ha caído algún que otro expresidente en el pasado. Por otro lado, el presidente en funciones ha obtenido de primera mano un hilo conductor muy valioso para darse a conocer y poder conformar un hipotético programa electoral con el que presentarse a unas posibles elecciones generales en el caso de que finalmente Unidas Podemos decida no apoyar un Gobierno progresista para España.

Las encuestas electorales auguran una más que posible subida de votos para el PSOE y una bajada importante para Unidas Podemos, partido este último que no termina de tocar fondo en su bajada electoral en las tres Administraciones Públicas. Si Pablo Iglesias mantiene su actitud bloqueadora se expone a que los votantes de izquierda abandonen a un partido que en la práctica tienda a ser visto como inservible.

Durante los últimos años los votantes hemos sido bombardeados a diario con la idea de que la ruptura del bipartidismo era una buena noticia para nuestra democracia. Sin embargo, el paso del tiempo ha demostrado que para que la existencia de cuatro partidos con posibilidades de gobernar supusiera una mejora de la política española antes deberían haber surgido líderes en los nuevos partidos que estuvieran a la altura de las circunstancias. El permanente y aburrido cabreo de los dirigentes de Ciudadanos, muy dados a señalar los errores de los demás pero incapaces de presentar un programa realista y práctico, y las luchas internas de Podemos con conflictos de familias políticas en prácticamente toda la geografía española ha complicado la formación de Gobiernos autonómicos. Nada que ver con la derecha española y su gran facilidad para pactar Gobiernos de perdedores aunque eso suponga pactar con una ultraderecha que tiene entre sus objetivos políticos la desaparición de la CC AA.

Sin embargo, ante un panorama de supuestas dificultades económicas en la Unión Europea con previsiones de crecimiento a la baja y con el populismo de derecha haciéndose fuerte poco a poco en Europa, los dirigentes de las dos formaciones nuevas españolas deberían abandonar sus posiciones de bloqueo y pactar la tan cacareada razón de su llegada a la política española: desterrar la vieja política y contribuir a la modernización de España.

El ejemplo más claro de adónde pueden llevar actitudes egoístas y el histrionismo político ambientado en una crisis general de partidos políticos es el caso de Inglaterra. Un país fundamental en la construcción europea gracias a la socialdemocracia inglesa de los años 50 ha derivado en un desastre político de una magnitud no todo del todo calibrada por culpa de dirigentes conservadores a los que les gusta disfrazarse de ultra liberales gamberros y a un Partido Laborista dubitativo que fue incapaz de asumir la defensa de la permanencia inglesa en Europa. Si exceptuamos el gran Londres y Escocia el resto de Inglaterra votó por la salida de Europa con un porcentaje que si no hubiera sido por la población de la capital hubiese sido de algo más del 60%. Si a esto le sumamos un primer ministro inglés educado en Eton y en Oxford al que le gusta actuar con maneras de hooligan el resultado es la actual situación de Inglaterra. Boris Johnson es víctima del rol que él mismo se ha creado y del que ya no puede salir. En Inglaterra existe la costumbre de crearse una manera propia de actuar en público, un personaje muchas veces exagerado, que una vez que se utiliza atrapa a su protagonista en una jaula de la que no logra salir por sí solo.

La historia ha demostrado que los causantes de conflictos políticos de envergadura son recordados por haberlos causado y por el daño que provocaron y no por haber defendido sus convicciones con tenacidad o haber creado el bienestar a su alrededor. Los dirigentes políticos españoles deben observar el caso inglés y tomar nota de aquello que tienen que evitar si no queremos meter a España en un callejón sin salida.