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EEUU no ha cesado de demonizar a Putin

Tras tratar muchas veces con excesiva complacencia al primer presidente de la Rusia post-soviética, Boris Yeltsin, haciendo la vista gorda cuando interesaba, el establishment político, militar y mediático de EEUU no ha parado en sus intentos de demonizar a su sucesor, Vladimir Putin.

Apenas faltó tiempo para que los políticos y los medios de "la única superpotencia" pasasen de considerar entre elogios a Putin como alguien capaz de construir en su país una "democracia fuerte" (George W.Bush) a denunciarle como la encarnación misma del mal.

"Putin es un hombre malvado, un imperialista irredento", dijo de él, por ejemplo, el senador John McCain mientras que la ex secretaria de Estado y candidata demócrata a la Casa Blanca en las últimas presidenciales Hillary Clinton, afirmó tajante: "Putin fue un agente del KGB. Es por definición un desalmado".

Los medios más influyentes de EEUU, desde The New York Times o The Washington Post hasta la CNN, contribuyeron poderosamente a esa demonización, que se intensificó tras la inesperada victoria electoral de Donald Trump, atribuida por aquéllos más a una supuesta injerencia del Kremlin en las elecciones estadounidenses que a los fallos, bien reales, de la candidata demócrata.

Uno de los pocos intelectuales estadounidenses especialistas en Rusia que se apartaron desde el primer momento del discurso oficial sobre la Rusia de Putin es Stephan F.Cohen, profesor emérito de las universidades de Princeton y Nueva York, autor de varios libros sobre la historia de aquel país y articulista habitual de la revista The Nation..

Cohen, a quien sus intentos de comprender a Putin en lugar de condenarle sin más y tantas veces sin conocimiento de causa, le generaron fuertes críticas por parte del "establishment" mediático, ha reunido sus columnas en un volumen que debería ser de lectura obligatoria para quienes se ocupan de la política de aquel país y se limitan muchas veces a seguir casi al pie de la letra lo que escriben los medios estadounidenses (1).

En esos artículos mensuales, Cohen pasa revista, a la luz de los acontecimientos que se van sucediendo en y en torno a Rusia, a los numerosos malentendidos, cuando no falsas acusaciones contra Putin, quien no es - y todos lo sabemos- un alma cándida, sino un político tan inteligente como calculador.

El autor demuestra, entre otras cosas, que muchos de los vicios antidemocráticos que se atribuyen a la Rusia de Putin no comenzaron con éste, sino con Yeltsin, a quien, al margen de mencionar sus problemas con el alcohol, la prensa occidental trató con guantes de seda si se compara con el trato inmisericorde reservado a su sucesor.

Y ello mientras los mismos oligarcas de hoy y algunos más que se quedaron por el camino se dedicaban a saquear el país, aprovechando el caos post-soviético con la misma determinación que mostraron los llamados "robber barons" - los magnates industriales - del último tercio del siglo XIX en EEUU aunque - son otros los tiempos- sin el posterior recurso a la filantropía para devolverle al pueblo algo de lo robado.

En cuanto a la política agresivamente imperialista de la que se acusa continuamente a Putin, Cohen ve en ella sobre todo una reacción al proceso de expansión de la OTAN desde la parte occidental de la Alemania dividida hasta las fronteras mismas de la actual Rusia con la incorporación a la Alianza de los antiguos miembros del disuelto Pacto de Varsovia.

Incluso la guerra de Ucrania y la anexión de Crimea, península que acoge - no lo olvidemos - la importante base naval rusa de Sebastopol- hay que verla, según el autor, en el contexto de la historia de ese país, al que EEUU intentaba incorporar a su alianza militar sin tener en cuenta para nada los vínculos de sus regiones más orientales con "la civilización rusa", como escribe Cohen.

También es injusto, señala el profesor emérito de Princeton, acusar a Rusia simplemente de "agresión" en el avispero sirio sin tener en cuenta que su intervención militar en apoyo del presidente, o si se prefiere, dictador Bashar al Assad se debió al cálculo por Putin de que había que elegir entre su dictadura y el Estado islámico, sobre todo ante la dejación por parte de los EEUU de Barack Obama.

Pero nada de eso parece interesar a los medios estadounidenses, que, en lugar de preocuparse de analizar las causas reales de la derrota de Hillary Clinton - por ejemplo, la continua cobertura acrítica de las barbaridades de Trump porque ayudaban a las televisiones a aumentar los índices de audiencia- no han parado hasta ahora de hablar de una supuesta colusión entre el republicano y el Kremlin.

Es posible, e incluso lógico, no estar en todo momento de acuerdo con la valoración que hace el profesor Cohen de la política de Vladimir Putin, pero en ningún caso podrá negársele el fundamento de muchas de sus críticas al papel de los medios en la incomprensión de un personaje tan complejo como el presidente ruso ni de su preocupación por las posibles consecuencias para la paz del mundo.

(1) War with Russia? From Putin & Ukraine to Trump & Russiagate. Ed- Hot Books. Skyhorse Publishing. N.Y.

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